• La vida continúa

    POEMAS SIN DUEÑA

     

    Ángeles fértiles

    Inapelablemente llega  la noche 
    y la castidad es errática para especímenes en vías de extinción

    como vos y yo Mariana.
    Criaturas celestes de Villa Gesell,  serafines alados de la ciudad de verano construida sobre arena.

    El daguerrotipo nutre la oscura sepia

    con la aminorada luz que entra de la calle.
    La escena en la penumbra se trasgrede en una tosca urbanidad.
    El torrente fluye germinal debajo de la piel          

    palpita
    se deshonesta            

    se contamina.
    Tensa la espera detrás de la mirada intensa
    Urge entonces la musculatura.    

    Se yergue para perpetuar la especie del animal en celo.
    La carne se vuelve impúdica.      

    Enloquece en la calma
    Se antigua la razonada caricia sobre tu cuerpo joven.

    El arte de amar es el arte final de un fértil vientre,
    un mérito frugal de descendientes que van y vienen.
    Un despertar.

     

    Cuarteta

    El amor que me has tenido
    lo tienes que conservar
    con las cosas que no han sido
    y las que nunca serán.

     

    Mía

    Me perteneces.
    Aunque no te vea,
    Aunque no te sienta,
    Aunque no te huela. Aunque no te tenga... me perteneces.
    Estas hecha de la misma materia
    Que mis pensamientos,
    de palabras melancólicas,
    de sueños... Llegaste desde la lejanía,
    Atravesando la tierra y
    Recorriendo el tiempo desde tu nacimiento
    Sobre raíles olvidados de madera,
    Grasa, polvo y hierro.

     

    Desnuda

    Esa forma de peinarte desnuda
    ante el espejo húmedo del baño,
    de tomar en tus manos el cabello
    para escurrir el agua y agacharte
    en medio de palabras que no entiendo;
    el acto de secar tu piel, la forma
    de sentir con las yemas una arruga
    que ayer no estaba, o de pasar la toalla
    por el vello oscuro de tu pubis;
    el modo de mirarte,
    tan cerca y tan lejana, concentrada
    en una intimidad que a mí me excluye,
    son gestos cotidianos de sorpresa,
    ritos que desconozco al observar
    las mismas ceremonias que renuevas
    al calor de tu cuerpo y que dividen
    un segundo en partículas: espacios
    donde la vida expresa su sentido
    posible y que se afirman al peinarte
    desnuda en las mañanas, como un fruto
    que yo contemplo por primera vez.

     

    Razones

    No existen dos razones más urgentes
    en esta vida gris y repetida
    que los pechos erectos y turgentes
    de una mujer que se tiende en mí cama

    Ahí quiero caer yo de primero,
    en esa que es mi trampa preferida,
    para quedarme solo y prisionero
    pero por todo el resto de mi vida

    Palabras

    Retuerzo las palabras,
    Las aprieto, las estrujo,
    Las busco en los rincones
    Del mundo,
    De mi mundo,
    De mi universo,
    De mi pensamiento.
    Y las compro,
    Las alquilo,
    Las encierro.
    Desesperadamente las deseo
    Intento combinarlas,
    Pero no puedo.
    Permanecen ocultas, asustadas,
    No quieren hacerme agarrar ningún sentimiento.

     

    Pecado

    Lo más original no fue el pecado
    ni la ira de Dios, ni la serpiente,
    sino aquella oración que se dijeron
    al salir al exilio, temblorosos
    con el sexo cubierto por vergüenza:
    «amor no soy de ti sino el principio».

    Qué silencio tan sordo el de esta noche.
    Qué apariencia de paz miente la hora.
    Algo en otro lugar se despedaza
    pero yo estoy aquí, con este libro
    de Valéry. No entiendo lo que hago
    ni que podría hacer tan solo un hombre.

     

    Vida

    Algunos supieron de sí porque les contaron

     

    Playa

    Parecía tu voz
    más desnuda aún,
    porque la noche es
    —como el vacío—
    un resplandor oscuro
    en medio de la luz,
    una antorcha
    avara y posesiva
    buscando pisadas
    en la playa.

     

    Vení

    Acurrucate a mi lado
    cuando sientas frío.
    Deja que mi calor
    se derrame por tu piel,
    completamente.

     

    Gaviotas

    Con tus lágrimas haremos
    alas de gaviotas sonrientes
    que volarán hacia el mar
    alejando la tristeza
    que te envuelve.

     

    Tristeza

    No estés triste, porque yo,
    si estás triste, me deshago
    y pierdo el alimento
    de tu sonrisa cálida.
    Tu alegría me da la vida
    como el sol, la luz y el calor.

    Por eso quiero verte contenta,
    para no verme solo
    para no verme triste.

     

    Despedida

    Es duro decir adiós...
    Contemplar la mano
    que, cada vez más lejana,
    mece el aire en la distancia.
    Todo un ayer se marcha
    en el espacio breve de un segundo,
    y deja viva una chispa
    que arde por siempre en la memoria.

     

    Sueños

    A veces empiezan bien mis sueños,

    y entonces pueden llegar a ser playas de Jamaica
    o improbable pasajes de avión hacia el deseo.
    A veces empiezan bien mis sueños,

    a veces me recuerdan lugares que no he visto

    y en los que fuimos tan felices,
    lugares anónimos, antiguas cartas,

    aventuradas huidas
    y si hay suerte pueden llegar a ser incluso
    unas cuerdas vocales que afinan su voz
    entre unas piernas bien torneadas.
    Porque a veces empiezan bien mis sueños.
    Pero otras se despistan,

    por lo común se cansan y así
    suelen acabar teniendo el mismo rostro
    que un basurero abandonado,

    cuando ociosos y torpes

    se recuestan en demasiados bares,

    en demasiadas noches,
    estúpidamente llenas de nada que valga la pena.
    Junto a aquellos dueños del fracaso y del alcohol que esperan que les crezcan alas.
    Abatidos pájaros
    que vagamente me recuerdan
    a la puta soledad
    de la que no he conseguido salir nunca.

    Quizá en esta playa

    el hombre sólo puede amarse y detestarse,
    amarse y detestarse, sucesivamente,

    en el orden que prefiera.
    Pero esta materia da apenas para un cuento,
    y además creo que ya Borges —un fastidio—
    escribió mejor de todo esto.

     

    Finalmente

    Sabes que no soy amigo

    de juramentos ni promesas
    pero sí me has oído decir con insistencia
    que el día menos pensado

    voy a procurar olvidarme la inocencia y la ternura
    sobre el mostrador de cualquier casa de empeño.
    Pero jamás conseguí inquietarte,

    o así lo sospecho.
    Porque sabes que soy terco y mucho más
    en lo que concierne a mis defectos.
    Entre ellos aún sigo viviendo.

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