La batalla cultural es la madre de todas las batallas

EL MONOPOLIO USA GASES NAUSEABUNDOS EN LA BATALLA CULTURAL

Los medios masivos de difusión manejados por el monopolio informativo de Magnetto y sus socios  menores  se han transformado en panfletarios baratos, mendaces e hipócritas. Carecen de ética periodística y solo les preocupa desestabilizar al gobierno nacional y popular que con la Ley de Medios busca democratizar el aire. Quantcast

 

Los medios masivos de comunicación son la herramienta más poderosa usada por la clase dominante para manipular a las masas. Da forma y moldea las opiniones y actitudes, y define lo que es normal y aceptable.

Estos medios han sido diseñados para alcanzar la mayor audiencia posible. Que incluyen televisión, películas, radio, periódicos, revistas, libros, discos, videojuegos e Internet. Muchos estudios se han realizado en el siglo pasado para medir los efectos de los medios de comunicación en la población con el fin de descubrir las mejores técnicas para influir en él. De estos estudios surgió la ciencia de la comunicación, que se utiliza en la comercialización, relaciones públicas y la política. La comunicación de masas es un instrumento necesario para la asegurar la funcionalidad de una gran democracia, también es una herramienta necesaria para una dictadura. Todo depende de su uso. En los tiempos actuales, de democracia plena y libertades sin restricciones, los medios masivos, subordinados al Grupo Clarín, son los encargados de crear las condiciones necesarias para que aún los beneficiarios del modelo, se sientan sus enemigos. Son generadores de odio ya que presentan una visión maniquea de la política.

En el prefacio de 1958 a un mundo feliz, Aldous Huxley pinta un retrato más bien sombrío de la sociedad. Él cree que es controlado por una “fuerza impersonal”, una elite gobernante, que manipula a la población que utiliza varios métodos.

“Las fuerzas impersonales sobre las que tenemos casi ningún control parecen estar empujando a todos nosotros en la dirección de la pesadilla feliz Worldian, y esto es impersonalmente empujando conscientemente y acelerado por representantes de las organizaciones comerciales y políticas que han desarrollado una serie de nuevas técnicas para manipulación en el interés de algunas minorías, los pensamientos y sentimientos de las masas.” – Aldous Huxley, Prólogo a Un mundo feliz

Walter Lippmann, un intelectual norteamericano, escritor y ganador del Pulitzer en dos ocasiones, escribió uno de los primeros trabajos sobre el uso de los medios de comunicación en Estados Unidos. En “Opinión Pública” (1922), Lippmann hace una comparación a las masas a una “gran bestia” y un “rebaño desconcertado” que necesita ser guiado por una clase gobernante. Describió la élite gobernante como “una clase especializada cuyos intereses van más allá de la localidad.” Esta clase se compone de expertos, especialistas y burócratas. Según Lippmann, los expertos, que a menudo se refieren como “élites”, deben ser un mecanismo de conocimiento que sortea el defecto primario de la democracia, el ideal imposible del “ciudadano omnicompetente.” El pisoteo y rugiente “rebaño desconcertado” tiene su función: ser “los espectadores interesados de la acción”, es decir, no participantes. La participación es el derecho del “hombre responsable”, el cual no es el ciudadano común.

Los medios de comunicación y la propaganda son instrumentos que deben ser utilizados por las elites para gobernar el público sin la coacción física. Un concepto importante presentado por Lippmann es la “fabricación del consenso”, que es, en definitiva, la manipulación de la opinión pública a aceptar la agenda de la élite. Es la opinión de Lippmann que el público general no está capacitado para razonar y decidir sobre cuestiones importantes. Por eso es importante para la élite “velar por su propio bien” y después vender esas decisiones a las masas.

“Que la fabricación del consentimiento es capaz de grandes mejoras, nadie lo niega. El proceso por el cual la opinión pública surgen ciertamente no es menos intrincada de lo que ha aparecido en estas páginas, y las oportunidades para la manipulación abierta a cualquier persona que entienda el proceso es bastante claro. . . . como resultado de la investigación psicológica, junto con los medios modernos de comunicación, la práctica de la democracia ha dado un vuelco. Una revolución está ocurriendo, infinitamente más importante que cualquier cambio del poder económico. . . . Bajo el impacto de la propaganda, no necesariamente en el sentido siniestro de la palabra por sí sola, las constantes de edad de nuestro pensamiento se han convertido en variables. Ya no es posible, por ejemplo, creer en el dogma original de la democracia, ni que los conocimientos necesarios para la gestión de los asuntos humanos surge espontáneamente del corazón humano. Cuando actuamos de acuerdo con que la teoría nos exponemos al auto-engaño y las formas de persuasión que no podemos verificar. Se ha demostrado que no podemos confiar en la intuición, la conciencia, o los accidentes de opinión informal si vamos a tratar con el mundo fuera de nuestro alcance.”

Podría ser interesante tener en cuenta que Lippmann es uno de los padres fundadores del Council on Foreign Relations (CFR), el más influyente grupo de reflexión en el mundo de la política exterior. Este hecho debería dar una pista pequeña del estado de la mente de la élite sobre el uso de los medios de comunicación.

Algunos miembros actuales de la CFR incluyen a David Rockefeller, Dick Cheney, Barack Obama, Hillary Clinton, el pastor Rick Warren y los directores ejecutivos de grandes corporaciones como CBS, Nike, Coca-Cola y Visa.

Edward Bernays es considerado el “padre de las relaciones públicas” y utiliza los conceptos descubierto por su tío, Sigmund Freud para manipular al público con el subconsciente. Él comparte la opinión de Walter Lippmann de la población en general por considerarlo irracional y con sujeción al “instinto de rebaño”. En su opinión, las masas deben ser manipulados por un gobierno invisible para asegurar la supervivencia de la democracia.

“La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones de las masas es un elemento importante en la sociedad democrática. Aquellos que manipulan este mecanismo invisible de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder gobernante de nuestro país.

Somos gobernados, nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, en gran medida por los hombres de los que nunca han oído hablar. Este es un resultado lógico de la forma en que está organizada nuestra sociedad democrática. Un gran número de seres humanos deben cooperar de esta forma si quieren vivir juntos como una sociedad y que funcione sin problemas.

Nuestros gobernantes son invisibles, en muchos casos, desconocen la identidad de sus compañeros en el gabinete interior.”

En nuestro país, esos actores del gabinete interior que destaca Barnays, son casi invisibles.  Magnetto es uno de ellos, el que le dijo a Menem que “No me interesa ser Presidente de la Nación porque es un cargo menor”. Los que ponen permanentemente la cara son solo la infantería, aquellos que en una batalla van a la muerte segura. Son todos iguales y por lo tanto intercambiables. Lanata, el solo lleva la bandera, que en este caso, se le da al más alcahuete e inescrupuloso. Morales Solá; Blank; Bonelli; Tenembaun; Pagni; Majul;  Sirven; Magdalena, Bravo, Leuco y otros, solo son parte de un elenco que sube cada día al escenario y protagonizan su obra de títeres. Sí faltara alguno, todo seguiría igual.

El kirchnerismo los ha sacudido. Tocó la corporación que se creía impune e inmutable.

Pero el monopolio tiene socios en todo el País donde el más notorio es La Nación  y en el exterior. En largos artículos publicados ayer en los diarios The Wall Street Journal , de Estados Unidos, y El País , de España, coincidieron en llamar la atención sobre las presiones que el gobierno de Cristina Kirchner ejerce sobre la Corte Suprema para lograr un fallo favorable a la ley de medios . ¿Presiones sobre una Corte que hace cuatro años que se caga en las instituciones y en los ciudadanos?  Sí así fuera, el Gobierno hubiera logrado hace mucho tiempo la declaración ´de constitucionalidad de la más democrática de las Leyes sancionada por el Congreso.

En una nota publicada bajo la volanta "Kirchner actúa contra la prensa libre de la Argentina", que su autora, Mary Anastasia O'Grady, tituló "El Gobierno avanza para quitar a la cadena televisiva más importante su principal fuente de ingresos", se afirma que la Presidenta quiere volver a los tiempos del gobierno militar, cuando no había Justicia ni prensa independiente, pero quiere hacerlo "con su propia marca de tiranía". Otra vez la pregunta: ¿Falta de libertad de prensa en Argentina donde se eliminaron los delitos de calumnias e injurias contra funcionarios público y cuando cualquier periodista  dice lo que quiere, aún ofendiendo sin que nadie diga nada ni haga más que responder sí es necesario por otro medio? El matutino afirma que en la Argentina el sistema republicano "está cerca de la muerte" y que "su supervivencia depende de que el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, sea capaz de resistir la presión del Gobierno". Ahí está. Los socios de Magnetto tratan de crear la figura del Súper Lorenzetti, su candidato a presidente.

El artículo, que también está acompañada de un video crítico alusivo a la situación de los medios argentinos, explica que la ley de medios, de 2009, "busca expandir los medios controlados por el Estado y controlar los medios de propiedad privada, y, entre otras cosas, obligaría al Grupo Clarín, la voz independiente de televisión del país, a vender una parte sustancial de su red de cable". De esa forma, la "desinversión privaría a Clarín de su principal fuente de ingresos", dice.

El otro artículo, publicado en El País, de Madrid, y firmado por Héctor E. Schamis, profesor de la Universidad de Georgetown, se refiere a la "mutilación de la libertad de prensa". El diario español también dice que algunos gobiernos de América latina, para dominar a los medios, "controlan la Justicia" y "la colonizan con jueces que son amigos políticos, socios de negocios o, mejor aún, ambas cosas", y, cuando no lo consiguen, "les queda el recurso de los métodos fascistas: la presión del poder político sobre los jueces, la amenaza de revelar aspectos de su privacidad y la intimidación a sus familias".

"Tal es el caso de Argentina, donde un oficialismo crecientemente impopular se resiste a aceptar la realidad y todavía intenta controlar la Justicia, mutilar la libertad de prensa y así tal vez concretar el sueño de Cristina eterna, para lo cual es imprescindible la destrucción del Grupo Clarín, la organización informativa más importante del país", dice el matutino.

En un descarnado abordaje de los objetivos del Gobierno, El País asegura que la ley de medios "no busca la democratización ni la competencia, como lo demuestra el hecho de que el ente regulador de comunicación audiovisual ya distribuye licencias y frecuencias entre amigos políticos y socios de negocios, sin concurso ni competencia y a cuenta de las que esperan confiscarle a Clarín".

"Por esa razón las presiones del kirchnerismo sobre la Corte se han intensificado, apostando a una decisión favorable antes de la elección, la cual incluso esperan que podría tener efectos electorales positivos. Sueños o delirios, la gravedad de la situación no debe subestimarse. Hace sólo un mes, la mayoría de los magistrados de la Corte se manifestaban públicamente en contra de la ley, pero según algunos rumores ese consenso parece haberse transformado en un empate. Esto luego de la intervención directa de Cristina Kirchner, admitida por los propios medios oficialistas, aparentemente con una efectiva combinación de incentivos y amenazas.

Los monopolios de prensa y los grandes intereses económicos, que muchas veces son los mismos, están empeñados en derrotar a los gobiernos nacionales y populares mediante la culturalización de los habitantes de cada país. Por eso, la batalla cultural es la madre de todas las batallas.

Hace falta una creación fecunda y profunda en el mundo de las ideas, del debate ideológico. Hace falta un tiempo político intelectual nacional amplio, abierto, de primer orden y que dé pelea, y que enfrente, que proponga sus lógicas de lecturas, que lleve a ese plano de las concepciones la lucha social y nacional. Que haga cultura, esto es, el punto máximo de hacer política. Esta es una materia pendiente: abrir un tiempo intelectual, abrir un tiempo de creación de nuevas mentalidades e imaginarios epocales, abrir un tiempo crítico del pensamiento y de un pensamiento crítico que acompañe a la idea de una refundación del país. Hay que empezar a intervenir desde todos los ámbitos en la batalla cultural.

Se necesita una gran reinvención cultural que alimente las grandes políticas de una Argentina sensible y pensante sobre sí misma. No pensar políticamente el campo cultural, sino pensar culturalmente toda la política. Eso hace el sistema de dominio todos los días sobre nosotros. No ya una educación sistémica sino a una educación en todo lo asistémico.

Es evidente que todo esto está por hacerse.  No es que no se haya comenzado.  Más bien, se trata de una pelea de tan largo aliento que todo lo realizado hasta ahora parece insignificante comparado con lo que queda.  Dar la batalla cultural es debatir lo central, cuestionar el sentido común y recuperar una mirada propia.  Dar esa batalla es poner al argentino en la encrucijada y preguntarle qué quiere ser cuando sea grande.

ATRÁS   ADELANTE