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Las PASO y las elecciones de octubre EL DÍA DESPUÉS DE MAÑANA El día de mañana -The day after tomorrow en inglés y El día después de mañana en Latinoamérica- es una película dirigida por Roland Emmerich y protagonizada por Jake Gyllenhaal y Dennis Quaid. Estrenada en 2004, avanza, exageradamente, sobre las conclusiones expuestas en la tesis del cambio climático, pero no deja de ser una advertencia. Las investigaciones del climatólogo Jack Hall (Dennis Quaid) indican que el calentamiento global podría desencadenar un repentino y catastrófico cambio climático de la Tierra, que podría generarse una nueva era de hielo. Mientras Jack advierte a la Casa Blanca del inminente cambio climático, su hijo Sam (Jake Gyllenhaal) y sus amigos se encuentran atrapados en Nueva York, donde han participado en un concurso académico entre institutos.
Está claro que todo lo que sucede, es consecuencia de un proceso. Los eventos, inclusive, tienen alguna relación con algo que ya pasó y marcó una tendencia. La tesis de la película es clara y parecería que el resultado es exagerado pero, si el hombre, lobo del hombre, no hace nada por cambiar la situación, podría llegar a ser real. Cuando se da un proceso político, permanentemente se reciben señales. Buenas, malas, regulares... Se dan fuertes adhesiones, agresiones y algo que es peor que las dos posiciones antagónicas: Actitudes indiferentes. No hay nada peor para un gobierno que la indiferencia de los ciudadanos. Es un estado de pasividad, falta de interés respecto de la política. Se la vive siempre como espectador y se intenta ignorarla. Va acompañada de una baja receptividad a estímulos políticos y un bajo nivel de información política. Es un fenómeno que se da tanto en sociedades democráticas como autoritarias, pese a que en ambas (si bien son distintos) hay mecanismos promotores de la participación política. En su formación puede incidir la escasa visibilidad y difícil acceso del sistema político ("el Estado son ellos") y algunas características de la cultura política (el excesivo individualismo, por ejemplo). La apatía política socialmente difundida aumenta el margen de maniobra, la discrecionalidad, de las clases dirigentes no politizadas, excepto cuando el logro de las metas propuestas exige un alto nivel de movilización social. La apatía política no es un
efecto de causas claramente identificadas y definibles (incluso ni
hurgando en el tamiz de lo
biológico-social-económico-emocional-intelectual se podría
confirmar). Ser un menor de edad "viejo" es una tragedia. Lo cierto es que cuando hay apatía política, ganan espacio.... Los apáticos políticos, los políticos apolíticos. Este es el fenómeno que se dio en las últimas elecciones en Villa Gesell. La no política, la no militancia, el no compromiso social, le disputó el espacio a la gestión permanente, a la militancia inclusiva y la generación de empleos y oportunidades. Cuando se analizan resultados electorales, hay que tener en cuenta todas las variables. Podríamos decir que existen varias lecturas. La primera de ellas fue esbozada en el inicio de la nota. Se generaron desde el poder político condiciones para que algunos sectores de la población se sintieran excluidos. Paradójico cuando precisamente el motor de la política del Gobierno Nacional y del Intendente Erneta es la inclusión social. Fallaron los canales de comunicación, no se encontró el mensaje adecuado y no bastó con el carisma y el empuje del “Oso”. Estuvo solo. Lo dejaron solo. Decía Felipe González que “La soledad del poder consiste en saber que éste es siempre el último teléfono que suena. Y que yo tengo que decidir. No puedo trasladar la decisión a una instancia superior”. Y es una correcta definición. Lo malo en este caso es que Erneta debía atender todos los teléfonos. Desde el primero al último. Y dar respuestas en todos. Algunos cuadros intermedios y aliados circunstanciales, esos que solo buscan proteger sus intereses y no los colectivos, fallaron o directamente no trabajaron activamente para lograr el triunfo electoral. Los casi votos de Erneta son propios, es su piso. Los que sacó Salas algunos le pertenecen a otros se los prestaron la oposición peronista, los del partido “Te odio Oso”, sectores del poder económico y los apáticos. El gran desafío de Salas es retenerlos. Son votos volátiles. Sin embargo Erneta puede reconquistar muchos y ganar otros. Depende de él, pero ya no solo de él. Deberá aspirar a que los geselinos decodifiquen con claridad el mensaje de Cristina y lo internalice, que se generen consensos. Porque está claro, que estos se bajan desde el poder. Volviendo a España, en 1977 se lograron importantes acuerdos entre todos los sectores conformándose el Pacto de la Moncloa. Era un vasto acuerdo social, económico y político del que todos formaban parte y al que todos aportaban algo. Se generó desde el poder y no fue un gesto de debilidad, si no de fortaleza. En nuestro país, se trató de implementar durante la gestión de Alfonsín. En estos tiempos se está fortificando un espacio interactivo: El Consejo Económico y Social. Es moderno y creativo, aunque su origen puede rastrearse hasta los gremios medievales, el corporativismo moderno surgió en Europa a fines del siglo XIX y cobró impulso con las dos guerras mundiales, ante la necesidad de consensuar pactos de convivencia entre la burguesía y el proletariado para enfrentar al enemigo común. El sesgo corporativo del nazismo –y, sobre todo, del fascismo italiano– lo convirtió en una categoría vergonzante, muchas veces no reconocida, aunque muy útil en la práctica. De hecho, la representación corporativa se fue afianzando en la Europa continental de posguerra, en un contexto de altísimo crecimiento y consolidación del Estado de bienestar. En este marco, muchos países europeos desarrollaron mecanismos neocorporativos –según la clásica definición de Philippe Schmitter– para sumar a los sectores económicos y sociales no sólo en la fase de consulta, sino incluso en la formulación e implementación de políticas públicas. El objetivo era triple: atenuar los choques de clase, transparentar los intereses que defiende cada sector (que ya no lo haría desde las oscuras sombras de los lobbies sino de manera institucional y pública) y comprometerlos con las decisiones del Estado, lo que contribuiría a reforzar el consenso social y la legitimidad de la democracia. Después de las elecciones de octubre hay que seguir construyendo consensos, a pesar de las dificultades. El problema no es nuevo. Desde su asunción, el kirchnerismo ha sido muy activo en la tarea de redistribuir recursos hacia adentro del Estado de bienestar. Para ello apeló a diferentes instrumentos: aumentos del salario mínimo y las asignaciones familiares, rebajas del impuesto a las ganancias, incrementos en las jubilaciones. Produjo algunos avances, también, en la tarea, mucho más difícil, de incorporar a los sectores excluidos, metiéndolos dentro de los límites de las instituciones de bienestar, a través de la extensión de los beneficios jubilatorios a quienes no los tenían, la creación de empleo y el énfasis en las obras de infraestructura. Su mayor asignatura pendiente sigue siendo la existencia de sectores que se encuentran o se sienten excluidos y creen, porque no entendieron el mensaje, que les será imposible insertarse de manera permanente en el sistema. La idea de incorporación social mediante el trabajo es excelente, pero insuficiente para atender las necesidades de una sociedad cuya economía excluye estructuralmente a un porcentaje importante de la población. La negación de los apáticos a creer en la política y de los empresarios locales, en este caso, de creer que inclusión social se contrapone con crecimiento económico, fue un problema para Erneta y pueden ser cuestiones que se solucionen con la construcción de consensos básicos en temas fundamentales y con la elaboración de la estrategia comunicacional adecuada. El Consejo Económico y Social podría ser una herramienta, pero existe el riesgo es que este se convierta en una entidad limitada a las fuerzas organizadas, aquellas que de un modo u otro se mueven dentro de los límites del Estado de bienestar, dejando fuera a todos los sectores sociales, lo que le daría a la buena iniciativa un sesgo elitista que le restaría legitimidad y eficacia y que, al final, podría convertirla en un instrumento decorativo, como tantos que se mostraron en los últimos tiempos. A Erneta, lo votaron para que profundice su gestión. Para que definitivamente implante el modelo. No para que continúe únicamente su gestión. La comunidad le dio 4 años más de plazo en el 2011. Ahora juega fichas importantes en la renovación de bancas en el Concejo Deliberante. Tiene, cualquiera sea el resultado dos años más por delante y en ese lapso deberá generar nuevos acuerdos, romper mitos, eliminar barreras y comunicar mejor. Son los grandes desafíos que deberá sortear. Si lo logra, su camino será más fácil de transitar. Y seguramente, el Intendente lo sabe. Todo sigue dependiendo de sus decisiones. |
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