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Historias de Germania EL CENTRO
Es verdad que los tiempos cambian. Ningún tiempo es igual a otro y cada generación mira a la vida desde otra perspectiva. La suma de estas cuestiones, hace que también las Instituciones sean diferentes, porque en definitiva, estas son tales como sos los que la conforman… O lo que es peor, la conformaban. En Germania había tres clubes importantes. Cada uno con su impronta. Todos, de una manera u otra, ligado a mis afectos: El Centro Recreativo, Sarmiento y Juventud Unida. Sarmiento y Juventud, tenían una gran rivalidad “futbolera”, el Centro era el lugar de encuentro de las familias los domingos por las tardes, en el cine, en los bailes. Y de los hombres en su salón, en el frontón, luego merced al esfuerzo económico y personal de los aguerridos socios y miembros de la Comisión, transformado en la primera cancha cerrada de pelota a paleta de la región y también en la canchita ubicada frente a la Sede. A este club, me unen los afectos y los recuerdos. Sus fundadores fueron, entre otros, mi abuelo Gil Delgado y mi tío abuelo Pablo Delgado. Durante muchos años mi viejo fue miembro de la Comisión, ocupando el cargo de Secretario. A poco de su fallecimiento, ocurrido en Mayo de 1966, sus pares de le dieron su nombre, precisamente a la secretaría del Club. Enfrente a la Sede Social, había una canchita de fútbol, en la que los sábados desde el mediodía hasta la tardecita, se armaban unos picados a muerte. Antes, me decían en casa que allí había una cancha de tenis. Y que una de las jugadoras más importantes de la zona era mi abuela, Josefina Halligan, esposa de Gil. Mi abuela era irlandesa, fue maestra, directora y catequista hasta su muerte. Cuando se jubiló de la docencia, su lugar lo ocupó mi vieja, que hizo “casi” su misma carrera: Maestra y Directora. Claro, la flaca, al tenis nunca jugó. Durante muchos años, en el Centro de llevaba a cabo uno de los encuentros sociales más importantes del pueblo: El baile aniversario, con su correspondiente almuerzo al día siguiente. Era en el mes de septiembre, y movilizaba a todo el pueblo, incluidas modistas, sastres, zapateros… En cada baile, los de la Comisión buscaban ingresos extras con la rifa de una “mesa servida” que tenía habitualmente un lechoncito, algún pollo, varias botellas de vino y sidra y algunas latas de conservas, entre las que se destaca la de duraznos en almíbar. También eran muy importantes los remates. En el Centro Recreativo, había surgido una modalidad. Se remata una botella de whisky, el rematador (Castro o mi viejo, generalmente), le ponían un precio, elegían al “comprador”, le mandaban la botella a la mesa con un colaborador y apenas la pagaba, anunciaba: ¡Gracias por la donación, ha sido Usted muy generoso! Y cómplice, el comprador, le entregaba la botella a quien había ido a cobrarle, que volvía otra vez al rematador, y de vuelta a hacer el jueguito, hasta que no quedaba nadie si ser “donador”. Para ese baile llegaban grandes orquestas como la de Lorenzo Barbero, Tito Alberti, el papá del Alberti de Soda Stéreo, la característica de Guillermo Giullietti; la típica de Fulvio Salamanca, un pianista que aporreaba las teclas con una fuerza y una clase descomunal, Héctor D´Expósito, también un año estuvo “La Chabela” con su verdulera. Ella impuso una frase que se usó durante años: “¡No le aflueje dijo la Chabela!” En el Centro funcionó durante años el cine. Y muchos de ellos fue de mí viejo. Él estaba en la boletería… Jorge Kessler y luego Aldo Satafolani en la proyección y yo, vendía con un cajoncito “Caramelos, chocolatines, bombones, maníes”. Juntaba unos pesitos que luego gastaba en Pinto, cuando iba a estudiar. El “Viejo” había armado el cine itinerante con el que se trasladaba a Blaquier y Piedritas. Además de las películas, noticieros (Sucesos Argentinos y N=DO) , recuerdo las espectaculares series, como “Los tambores de Fumanchú, Los demonios del circo y Will Bill Hickok entre otras… Una vieja modalidad para atraer al espectador. Mucha acción, con un gran crecimiento de la intensidad hacia el final del capítulo y justo cuando “estaba por pasar lo peor”, todo terminaba y había que esperar hasta la semana siguiente. Vivíamos un mundo muy especial. En las grandes ciudades ya comenzaba a estallar el rock nacional. Moris, descreído de la vida decía:
¿De qué le sirven las heladeras y lavarropas, televisores y coches nuevos y relaciones y amistades y posiciones? Si están podridos y aburridos de este mundo que está podrido... No, de nada sirve.
Para nosotros, el mundo estaba lleno de colores y descubrimientos y todo servía en el pueblo. Para nosotros, el mundo estaba lleno de colores y descubrimientos y todo servía en el pueblo. Hasta los naipes que desechaban en la Consejería del Club por viejos… Y nosotros utilizábamos como si fueran recién abiertos. Cada maso había sido parte y testigo de la vida de muchos germanienses. |
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