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Todo cabe en un orgasmo y en 140 caracteres CUENTOS PARA EL TWITTER
Antes uno común Palabras Se le habían encallado las palabras en algún pliegue extraño del cerebro. Quisiera hacer fluir historias en las que poder dotar de pasado y familia a cada personaje creado, y construir su personalidad ficticia en cientos de páginas perfectas donde las vidas, las mentiras y los deseos se cruzasen y entrecruzasen. Pero no se sentía capaz de asomarse a ese vértigo, y por eso escribía unos cuentitos estúpidos y aun así notaba que las ideas tardaban en llegar, como si no quisieran ser encerradas en tan pocas palabras, igual que los pájaros que mueren de pena en jaulas tan pequeñas.
Ahora sí
Gold Cuando los pensamientos se le volvieron de oro, murió de espantosos dolores de cabeza.
Método No conforme con el daño que su canto causaba, esta sirena tendía redes de silencio para atrapar a los marineros sordos.
Mirada –Te vi con mis propios ojos
Lápiz Cansado de crear historias que no son mías, pero que disminuyen mi vida, moriré pronto y seré reemplazado por otro como yo.
Detalle La historia era descarnada, la muerte misma. El manuscrito estaba a su lado el día que lo exhumaron.
Encuentro - ¿Por qué no te conocí antes? ¿Dónde habías
estado, querida mía?
Meta Tres días lleva el cazador insomne persiguiendo
al sueño. Al fin lo abate.
Espacio Dado el primer paso, flotó y se deslizó en el vacío. El miedo lo sacudió: más de media vida en el espacio exterior, y esto era la muerte.
Ciclo Surgido otra vez de entre las cenizas de sus cenizas, el ave fénix sacudió las alas antes de morir unos segundos.
Aprendizaje Se habían profesado un amor tan grande que, tras la ruptura, ambos corazones debieron aprender a latir por separado.
Nuevamente La muerte lo sorprendió con una bala: no pensaba que pudiera morirse más que lo que ya había muerto el año pasado.
Vocación El poeta acabo su cuento y descubrió que podía recorrer, más mundos que con los poemas. Se metió en sus historias y desapreció.
Los tradicionales CORTITOS Y AL PIE
Prisionero El Juicio Final no fue para alivio de los pocos absueltos. Continuamos pariendo con dolor y ganándonos el pan con nuestros sudores. La muerte es el único mal que no padecemos. Del cielo no hay salida.
Síndrome La ausencia de gestos atrae la atención de las personas con las que intento comunicarme. Por asunto personal y tras un laborioso trabajo interior, he conseguido desprenderme de los rasgos característicos que expresan algún tipo de emoción. Tan sólo el detalle del permanente crecimiento de mi nariz delata la tara psíquica de la que adolezco.
Deseos Querían y lo hicieron. Ella quería y lo hicieron. Él quería y lo hicieron. Ella no quería, y lo hicieron. Él no quería, y lo hicieron. Hubieran querido, pero no lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron. No lo hicieron.
Complejo Freud llegó a casa a media mañana, había olvidado las notas para la conferencia. Encontró a su mujer en brazos del novio de su hija. Sus sentimientos respecto a la traición fueron subiendo de tono, después de asombrarse y sentirse consternado, al borde del paroxismo, llegó a la conclusión de que era un genio: su teoría sobre el complejo de Edipo era todo un éxito.
Finalmente Besé sus labios, imaginando los tuyos. Sentía su aliento, deseaba beber el tuyo. Oía gemidos, y revivía los nuestros.
Llovizna La razón me implora a gritos que me aleje. Mas sentir que me recorre tu mirada morena, tu cálido abrazo y que mi cuerpo quede extasiado de tus labios, es todo lo que necesito. No hago caso a la razón y me sumerjo en el mar de tus ojos, en el volcán del deseo y en el éxtasis que me transporta al paraíso. La lluvia caía lenta y silenciosamente. Podía verla gracias a la luz de las farolas, haciendo que la rambla luciera brillante y bella. Seguí caminando sin rumbo, admirando la solitaria noche, haciendo lento mi paso. El mar olía diferente y el raro calor, a palmeras y brisa, a lluvia tropical. Saboreé las gotas alzando el rostro hacia el cielo y no pude evitar sonreír mientras el agua resbalaba por mi cuerpo también, lenta, casi sensualmente. No había viento, era una perfecta noche para estar, cerca tuyo, muy cerca, como la lluvia en mí, como la arena en el mar. Tus ojos negros me penetraron, tu piel morena se tornó brillante, como la rambla en sí. Te amé, siempre lo he hecho, sin embargo sabía que iba a perderte, como la calle a la lluvia y mi corazón se partió. Pero bajo esa lluvia y en ese momento eras mía, y cada vez que llueva así, yo te tendré, mientras cierre los ojos y pueda sentir en mi piel esa suave y tierna llovizna marina.
Pensadora Cada vez que hace el amor con Ramón, piensa que está con Carlos. Cuando lo hace con Esteban, se imagina que está con Luis. Si con Juan, se hace a la idea de que yace junto a Roberto y galopando sobre Antonio, la cabeza se le marcha hacia Manuel. Ahora, observando a su marido realizar patéticas contorsiones sobre ella, no sabe que pensar.
Medalla Recorrió sus dedos en el teclado y la música inundó la sala de conciertos. En la primera fila su esposa sonreía recordándole que había prometido llevar en el cuello la medalla que le había regalado. Destilaba a través del piano armonías cristalinas, mientras pensaba en la mujer de la última fila a la que había obsequiado la medalla; trataba de encontrar la forma de recuperarla, pero su razón se perdía en memorias eróticas. La intensidad de los acordes se impregnó en las paredes y él emocionado se dejó ir en ellos. Ya más tarde inventaría alguna excusa para su cónyuge. Ejercicio Bueno, esta historia es bastante mala. Una vez más, el recurrente tema del escritor que no puede escribir, el pánico a la hoja en blanco, etcétera. ¿Cómo es que nadie escribe sobre los cocineros que no pueden cocinar? ¿Acaso no puede existir el pánico ante el plato en blanco, el plato vacío, en el que hay que poner algo a la hora de comer? Caprichos de consentidos, eso es lo que son esas manías. Si uno quiere escribir, que se ponga y escriba, qué caramba. Las quejas para que pagase el alquiler eran cada vez más desagradables. Al final, en contra de mis convicciones, tuvo que comprometerse a entregar algunos cuentos al editor, a cambio de un anticipo. Este, que estaba escribiendo era el primero. Pero, ¿cómo seguir? Me parece que me he equivocado al comprarme este libro en la terminal. Yo buscaba algo más absorbente, algo que me distrajese. Ya tengo bastantes preocupaciones; la reunión de mañana es importante, y me va a hacer falta estar despejado. Y eso quiere decir dormir bien, sin angustiarme. Para lo cual es preciso poder desconectarme. Una novela no me habría servido. Muchas son demasiado lentas. Necesitas tragarte capítulos y capítulos antes de meterte en el ambiente, y que empiece a pasar algo interesante. Y a mí no me gusta que me tengan esperando durante 20 o 30 páginas. En cambio, hay otras que te capturan enseguida. Pero una de esas tampoco me conviene. No quiero arriesgarme a estar pendiente del desenlace, a quedarme esta noche hasta las tantas para acabarla. Por eso elegí escribir este libro de cuentos. Pero como los demás sean tan malos como éste, no me va a quedar más remedio que reconocer que me he equivocado. Cajas chinas. Eso es lo primero que se piensa al leer un cuento como éste. Una historia dentro de una historia. No es un recurso nuevo, ni siquiera es un recurso poco usual. Al contrario, es un clásico. Si hay que dar nombres, ahí van dos, bien distintos por cierto: Kipling y Mark Twain. Sin olvidar a Borges, naturalmente. Y a Germán Delgado. Pero un recurso como éste es solamente una estructura. Y las estructuras deben tener contenido para ser mínimamente interesantes. Un soneto sin contenido no es una obra de arte, sino un diagrama. Y ahí es donde falla este cuento. Se insinúan ciertas historias, más o menos insinuadas, pero no se llegan a desarrollar. Por más que la trama sea previsible, no se entiende qué persigo como autor al dejarlas truncadas. Este cuento pertenece a esa clase de narraciones en las que no ocurre nada. Y hay que tener verdadero talento para que un relato así resulte bueno. La mayoría no suelen ser más que ejercicios de autocomplacencia de autores demasiado pagados de sí mismos. Ese tipo de cosas están fuera de lugar en un género como el cuento. Casi se las podría calificar de "escombros de novela". Por ahora, ya está bien. Luego acabaré la crítica. Ahora tendría que salir, quiero llegarme a las librerías. Ya veo que el tiempo no mejora: En Gesell hace un frío de mierda y sigue lloviznando. Voy a hacer un poco de mercado y preguntar en Alfonsina y Bhön, si ya salió el libro de Minervino. “Sobre el amor y otras cosas no menos importantes”. Es una lucha...
Castigos Se castigaba con severidad a todo aquel que escribiera una mala historia. Germán Delgado supo de este ajusticiamiento: luego de publicar su primera novela, misma que era aburridísima, los empleados del intendente simplemente le cortaron las manos. Los periodistas de moda reseñaron el hecho. Dijeron que Delgado, sería siempre —de permitírsele seguir escribiendo— un pésimo escritor, y se olvidaron de su nombre. Germán Delgado, sin embargo, aprendió a escribir con los pies y publicó otro libro. La ley, en esta ocasión, fue implacable: le cortaron las piernas. Delgado ya no publicaría más obras. En cambio gustó de contar cuentos, invariablemente insulsos, en la Plaza Primera Junta, Todos los que por casualidad lo oían, temerosos de perder las orejas —según el más reciente decreto—, le arrancaron la lengua. Hoy, lo único que hace es tomar el sol en una reposera, en la playa más cercana a su casa, y quien lo mira, piensa inevitablemente en una buena historia |
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