Nostalgias de tiempos idos
DOLORES DE
TUJES
Muchos periodistas padecen el ciclo kirchnerista, lo sufren.
Entonces se les da por añorar la época en la que estábamos mal, pero
íbamos bien. Maldicen, refunfuñan, zapatean, hacen berrinche en
prosa. Como si fueran chicos.
Nostalgia de los ’90. Eso es lo que tienen.
Muchos periodistas, padecen el ciclo kirchnerista, lo sufren.
Entonces se les da por añorar la época en la que estábamos mal, pero
íbamos bien. Maldicen, refunfuñan, zapatean, hacen berrinche en
prosa. Como si fueran chicos. El cambio de paradigma político,
social y cultural que vivimos los tiene aterrados, y como esos
burgueses asustados abjuran del progresismo amable que defendían y
les brota el fascismo de enano interior: Este es periodista
independiente, este es periodista oficialista. Defienden así un
territorio de sentido donde, la verdad, no hay nada: Sólo fotos en
sepia de cuando los periodistas nos creíamos más importantes de lo
que somos. No ven, no quieren ver que no hay espacio para pontificar
sobre el deber ser profesional desde un único lugar. Los libertarios
de ayer se convirtieron en bobos policías ideológicos, y es una
pena. El kirchnerismo los desnudó y los mostró tal cual son:
infantiles, pedantes y, aunque sea feo decirlo, obsoletos. Incapaces
de entender que la historia no comienza ni termina con uno, que las
certezas blindadas son una pavada, que la libertad de expresión es
una palabra demasiado grande para ser privatizada, que este oficio
tiene una sola consigna: El que miente, lo traiciona. Y punto. Si
quieren, seguido, por cuestiones de espacio.
Cuando veo a colegas que quedaron atrapados en su mejor foto, esa en
la que teníamos más pelo y soñábamos con parecernos a los chicos de
Todos los hombres del presidente, primero me da ternura, después
mucha desazón. Los conozco bien: detrás de los discursos inflamados,
de la colegiatura mental con que nos aturden en todos los foros,
sólo hay anunciantes privados que les subvencionan un programita en
el cable y algunos de ellos hasta posan de rebeldes ajados,
patéticamente indulgentes con ellos mismos, en pose adolescente y
canas de veterano al viento, escribiendo sobre lo mucho que sabían
hace 20 años, cuando dejaron de leer y aprendieron a ignorarlo casi
todo. Pero yo los conozco: van a la plata como el mar a la orilla,
la polilla al foco encendido y el pederasta al jardín de infantes.
Desde un diario, de un canal, o una radio, son capaces de hablar de
deontología profesional, defender una sola ética –la suya– y si los
dejáramos, a todos los periodistas que no pensamos como ellos, nos
mandarían a Treblinka para que aprendamos de una vez por todas lo
que es la tolerancia, y aprobemos pluralismo a patadas en el
estómago.
No sé por qué me puse a escribir esto habiendo tanto asunto para
ocuparse. No lo sé, sinceramente. Me nació de las vísceras, después
de ver a tanto colega creyéndose impoluto, despellejando
cotidianamente a dirigentes del kirchnerismo, “destituyendo” cada
día a la Presidenta. Amargados como están, además, porque mucho
más de la mitad del país les da la espalda, a ellos, que lo tenían
todo tan claro, y hasta proveían de letra a la Embajada de los
Estados Unidos, que los debe ver ahora como pobres tipos, falibles,
terrenales, inocuos, disparatados, sin la capa de Superman y con
Luisa Lane metida en la cama de otro. ¡Qué horror!.
Este es un lindo oficio hecho por gente rara y muchas veces, hija de
puta.
Alguna tan, pero tan rara y tan hija de puta que, me gustaría
preguntarles quien los parió. Porque quien les paga, es fácil
saberlo.
Curiosidad, que le dicen.
|