Para hacer kirchnerismo, no alcanza con nombrar a Néstor y a Cristina
LA GUERRA DEL CERDO
En 1968 Adolfo Bioy Casares escribió una novela de ciencia ficción que llamó “La guerra del cerdo” dónde en buena parte de su trama describe a bandas de jóvenes que se dedican a perseguir y matar ancianos. Precisamente la crueldad de las situaciones descriptas puso a la novela en la categoría de ciencia ficción, es decir escenarios que muy poco probablemente se puedan tornar realidad excepto en mentes brillantes como la de Bioy Casares. O en la actualidad política de hoy, donde ha dejado de ser ciencia ficción.  
 
El protagonista es Isidro Vidal, un hombre que se encuentra en la frontera entre la madurez y la vejez, y que vive en un incómodo apartamento del lumpen bonaerense, contempla asustado cómo sus amigos, algo mayores que él, van muriendo uno a uno. Y él, persona derrotada, divorciado, con un hijo que lo desprecia, se debate entre hacer algo o dejarse llevar por su carácter débil hacia la entropía.
En el horizonte, una relación imposible, de ésas que tanto gustan a los autores hispanoamericanos; sentimientos no resueltos de un hombre, Vidal, que sigue siendo un adolescente emocional, y que ahora, en el otoño de su vida, se valora menos que nunca.
El libro es una impresionante alegoría sobre la soledad y la vejez, sobre cómo se siente una persona cuando deja de importar para el mundo, cuando te atienden mal en la panadería, cuando ya no puedes mirar a las mujeres sin que piensen en ti como un viejo verde. En resumen, la repulsión e incomprensión que siente la sociedad por las personas mayores.
Bioy sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: deconstruir la sociedad, con su elaborada sociología de ficción. Bioy, mucho más cotidiano y mundano que Borges, ofrece en esta novela, como siempre, todo lo que una novela puede contener: amor, horror, belleza, ficción, laxitud, alegría y pena; en mundo parecido al nuestro, pero que se rige por principios diferentes, alterados.
Es la ficción de Bioy… Pero también es hoy, la de algunos “articuladores de políticas”.
 
Veamos
Parecería que se ha desatado una lucha en los partidos políticos geselinos por demostrar quién tiene más jóvenes y que además  no han participado en política, como si esas condiciones, juventud y despolitización fueran necesarias y suficientes para que sean capaces, honestos, hacedores de consensos sociales y constructores de políticas comunales.  Y hasta algunos de los partidos, olvidan su propia exégesis:  No se puede hablar de kirchnerismo sin hablar de política. No alcanza únicamente con nombrar a Néstor y a Cristina. El kirchnerismo se creó desde la política, se fortaleció desde la política, creció desde la política, logró la independencia económica desde la política, buscó permanentemente mayor inclusión desde la política, sancionó la Ley de Medios y enfrentó a los monopolios desde la política, se defiende desde la política y así podríamos seguir enumerando ejemplos que consolidan la hipótesis que la política es la herramienta fundamental del kirchnerismo. Por eso no se puede hacer kirchnerismo únicamente desde el Vecinalismo.
 
Recorriendo
Es clave la intuición que hay que tener para leer una situación de crisis y transición política, y encontrar la salida correcta:
El peronismo la tuvo en aquella Argentina de los 40', con Perón advirtiendo con clarividencia la importancia política de esa clase trabajadora que se insertaba en la estructura productiva, provocando una transformación tan profunda que daría lugar a la Argentina moderna.
El kirchnerismo también, con Néstor Kirchner percibiendo con claridad que de la implosión y la crisis del 2001 se salía haciendo que la política recobrara centralidad, ganara autonomía frente a la economía dirigida por los poderes corporativos y reconquistara progresivamente el Estado como territorio en disputa. Peronismo y kirchnerismo  han tenido la capacidad de incorporar políticamente a sectores emergentes y excluidos canalizando  sus demandas y también a nuevos actores, jóvenes militantes enrolados mayoritariamente en La Cámpora y extrapartidarios comprometidos, como quienes conforman en Movimiento Nacional Alfonsinista.
En el primer peronismo, ésta fue la característica más nítida de un movimiento emergente que se abrió paso en la historia nacional con toda la dramaticidad que dejó expresada el 17 de octubre, para sorpresa de los partidos que detentaban hasta allí el monopolio de la representación política: su marca de origen fue la incorporación masiva de la clase trabajadora a la política (más allá y por encima de los hasta allí -y después, ni hablar- minoritarios partidos de izquierda), de la juventud de aquel momento (en especial la trabajadora, porque la de clase media y universitaria repitió mayormente los comportamientos políticos de su clase), y de los intelectuales de FORJA, entre otros. Siempre desde la praxis política. Perón se consolidó fundamentalmente porque hacía política en todos los ámbitos.
Fue fundamental la integración del sindicalismo dentro del contexto de ese dispositivo político, subordinado a las metas trazadas por la conducción del mismo:
Tanto en el peronismo clásico de los 40' y 50', como en la post crisis del 2001 conducida por el kirchnerismo a partir del 2003, el movimiento sindical encontró en el Estado no ya una estructura represiva impermeable a sus demandas, sino un aliado para canalizarlas, pero con claros límites a toda tentativa de autonomía, en especial en el plano político.
Sin pretender que esta descripción agote el análisis del asunto, entiendo que los elementos señalados demuestran que hay profundas similitudes entre el peronismo original de los 40' y los 50’ y el kirchnerismo, que van más allá del repaso puntual de las medidas de gobierno tomadas en uno y otro proceso y que tienen que ver con las características de la construcción política.
Lo que no implica que sean iguales, o que para adherir al kirchnerismo haya que ser indefectiblemente peronista, y profesar incluso la liturgia propia de esa gran tradición política argentina.
 
La Cámpora y los cambios
También hay que aceptar que cuando se producen cambios en la sociedad a través de movimientos políticos, los jóvenes son el motor de los mismos. Es obvio que no puede haber revoluciones o reformas de trascendencia sin su participación activa.
En el Kirchnerismo tiene un papel preponderante “La Cámpora”, conformada esencial, pero no únicamente, por jóvenes que han llegado a la política después del 2001 y algunos después de la puesta en marcha del modelo y trabajan ahora por su consolidación. Clarín, La Nación, Perfil y sus alcahuetes asalariados intentan de todas las maneras posibles estigmatizar a La Cámpora, lo que es ni más ni menos que hacerlo con los jóvenes políticos que no se comen ninguna de sus acciones de prensa y por ende, son los que pueden asumir tareas de conducción de áreas estratégicas sin contaminaciones ideológicas.
Se dice que Máximo Kirchner se identificó tempranamente con Héctor Cámpora, a partir de los elogios que el periodista Miguel Bonasso derramó sobre el ex presidente en 1998, cuando se constituyó el Grupo Calafate. Este era una usina ideológica del matrimonio K, que nació para enfrentar al menemismo. La llegada de Néstor a la Casa Rosada en 2003 abonó el terreno para una formación que fusionó distintos actores sociales y políticos. Entre 2004 y 2006 empezaron a echarse los cimientos de La Cámpora, que ganó en solidez al luchar contra el campo en 2008, y en favor de la Ley de Medios. Muchos de sus miembros eran hijos de militantes montoneros y dirigentes estudiantiles desencantados con la política de los 90. Para ellos, Néstor era su padre simbólico.
 
Hacer un puente o el Trasvasamiento generacional
"Con Cristina tenemos que hacer un puente generacional. Tenemos que formarnos para tomar el poder", arengó Néstor al auditorio juvenil, en octubre de 2008.
Y ahora es así, sin Néstor y con Cristina instalada sólidamente no solo en el Gobierno, si no ejerciendo el poder con mano férrea, se está produciendo, el tan mentado trasvasamiento generacional.
La presencia de traidores en el Movimiento Peronista era la contracara de otros miles de compañeros que en la misma época peleaban por la vuelta de Perón. El propio Perón denuncia estas falencias, y llama al trasvasamiento generacional, donde la juventud habrá de tener un rol fundamental en la nueva estrategia que habría de enfrentar a la dictadura de Onganía. El anquilosamiento de dirigentes, más preocupados en sus problemas personales, que en los del propio movimiento, habrían de ser sacudido con esta nueva estrategia. A veces la historia suele repetirse, y esos momentos son los que invocan y convocan a los cambios.
 
¿Y qué es eso?
Trasvamiento generacional es, como bien lo explicita Perón, reactivar la lucha del movimiento en pos del camino de la liberación Los cambios se dan con la participación de jóvenes, pero siempre de aquellos que hacen política, vecinos si se quiere, pero políticamente comprometidos con un modelo. Pero, tampoco, los dirigentes que quieren mostrar una nueva imagen y los jóvenes elegidos por determinación individual de ellos, sin la participación de lo que es el kirchnerismo, a través de las agrupaciones que lo componen desde Unidos y Organizados y sus nuevos aliados, deberán emprender su propia Guerra del Cerdo. Los viejos militantes de siempre no son sus enemigos, por el contrario. Deberán ser sus aliados fundamentales. El Movimiento Nacional Popular, Democrático, Transformador y Racional se fortalecerá definitivamente con la suma de sólidas voluntades y mentes claras. No solamente de “buenos jóvenes”. Con eso no alcanza.
 
La foto de hoy
Hoy el kirchnerismo duro, fundacional, sabe que solo perdurará sí facilita, prioriza, fundamenta, el debate político. Se trata ahora de consolidar el concepto y encontrar las palabras para que este se encarne en sus seguidores y atraiga nuevos... Y que todos sepan donde están y para qué. Que solo encontrarán lugar en la militancia. Y que, aunque detenten algún cargo, por más importante que sea, deberán ser militantes del “movimiento nacional, popular y democrático”, como lo rebautizó Cristina en el discurso de la re asunción. Ideología, debate... crecimiento permanente sin claudicar en el concepto...
La conducción de Cristina seguramente podrá aplacarlo todo por un tiempo. Pero el riesgo de la conducción siempre es su caducidad. ¡El riesgo de la conducción es que se termina! Como se terminan las vidas humanas o los tiempos políticos. La ideología, en cambio, perdura. En este sentido, lo que el Kirchnerismo viene pidiendo a gritos hace rato es ser la superación dialéctica del Peronismo. Superar al Peronismo, sí. Pero conservándolo. El “aufheben” de Hegel: superar sin aniquilar; superar conservando. En otras palabras: el Kirchnerismo necesita cerrar filas ideológicas y convertirse definitivamente en el partido de centro izquierda que contenga al Peronismo. De la misma manera que el Peronismo será Kirchnerista o volverá a ser nada.
El  hoy tiene una oportunidad histórica. La Presidenta lo sabe. Y por eso actúa en consecuencia. Sólo resta preguntarse una cosa: los demás, en las provincias, en los distritos ¿también lo harán? Sí no se dan cuenta que una conducción sin ideología política y sin palabras que la comuniquen no tienen futuro, no entendieron que es el kirchnerismo.
 
¿Y por casa cómo andamos?
El barrerismo deberá sostener a partir de esta conformación de listas, de las PASO y la elección de octubre y desde el 10 de diciembre, una lucha sin cuartel. Su sillón será deseado por propios y extraños, tendrá minoría absoluta en el HCD y sus enemigos se multiplicarán.  Y necesitará soldados que lo defiendan. Sí no lo logra en el Honorable Deliberante, deberá hacerlo desde sus Secretarios, Directores y el resto de sus funcionarios. Más militancia y menos gana sueldos.  Ser bueno… “es bueno”, pero no alcanza para sostener un gobierno.  Lo dijo Juan Domingo Perón: “Todos unidos triunfaremos”. Nosotros agregamos: “Desparramados… ¿Qué mierda hacemos?”
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