-
Editorial
- La
seguridad no está segura
-
LOS CAMBIOS
NECESARIOS
- Es
cierto que la inseguridad no es solo una cuestión que preocupa a
los geselinos. Que es universal esa sensación. Que se
corresponde con una multiplicidad de factores, que utilizando
una lógica irreprochable, todo es como tiene que ser. Pero… El
tema es Villa Gesell. Que pasa, puede pasar, que debe pasar…
-
- Las
consideraciones previas necesarias
- Algunas
encuestas dicen que los argentinos viven la inseguridad como el
mayor de sus problemas. Los crímenes ocurren y se convierten
rápidamente en titulares de diarios, en palabras quebradas de
las víctimas que fluyen de las radios y en imágenes televisivas
que muestran ladrones en el mismo instante en que ejecutan su
fechoría. Los delitos, y también el modo en que son difundidos,
son la causa central de esa percepción ciudadana.
- Para
entender qué nos pasa, sepamos de antemano que la inseguridad ha
aumentado sensiblemente en el mundo. En los últimos tiempos, la
ONU advirtió que los índices criminales han crecido globalmente
en forma acelerada. Sólo entre 1980 y 2000, la delincuencia
aumentó casi un 30%. Otros de sus informes indicaron que el
miedo creciente que la sociedad expresa ante el delito se asocia
directamente "a la difusión por la prensa de los registros
oficiales de muertes y violencia".
- En la
Argentina, la cantidad de crímenes (no la calidad de su
organización y el nivel de violencia) no es hoy
significativamente mayor que la registrada en el año 2003. Una
economía más inclusiva explica la razón de esa realidad. Así se
entiende que algunos reportes internacionales hayan colocado a
nuestro país como uno de los cinco que registraban un mejor
clima de seguridad en el continente.
- De
cualquier manera, es necesario hacer una salvedad. Los datos
estadísticos del total del país no coinciden con los que surgen
de los lugares de mayor concentración urbana, en donde se
localizan bolsones de marginalidad social y en los que crece
significativamente la criminalidad más violenta. El Gran Buenos
Aires es uno de esos lugares. Allí se advierte un fenómeno
preocupante de violencia delictiva semejante al que exhiben
ciudades como San Pablo, Río de Janeiro, Caracas o México.
- Cuando uno
observa el aumento de la inseguridad como un fenómeno global,
entiende por qué la Argentina, con todo lo que debió afrontar,
no puede quedar al margen de ese resultado. ¿Por qué iba a
escapar al fenómeno de la inseguridad con el deterioro social
que sufrió en las últimas dos décadas del siglo XX?
- La
marginalidad es el mejor caldo de cultivo que encuentra la
delincuencia. Allí, donde no llega ninguna política pública, los
controles sociales no funcionan y nadie hace propias las normas
de conducta de la sociedad. Las familias se quiebran, los
mayores carecen de trabajo y los más niños -alejados de la
escuela- son empujados hacia la mendacidad y suelen crecer con
las "reglas de la calle". De ahí al delito hay sólo un paso.
- Aun así, no
es ésa la única causa que explica el delito entre nosotros. Hay
otras: un sistema policial que en muchos casos acaba asociado a
quienes debe combatir, un procedimiento penal que a partir de
cierta flexibilidad facilita liberaciones anticipadas no siempre
entendibles y un régimen penitenciario que día tras día
demuestra su formidable incapacidad para recuperar a quienes han
sido condenados. Hay además una cuarta causa que parece ser
exacto corolario de las ya citadas: la sensación de impunidad.
Una policía que no persigue, una Justicia que no sanciona y una
cárcel que ni castiga ni educa son un cóctel perfecto para que
nadie se sienta conminado a respetar la ley.
- Para
recuperar la seguridad ciudadana es importante atender todos
esos aspectos. Es tan necesario integrar socialmente a los hoy
marginados, como es imperioso depurar y prestigiar los cuadros
policiales, hacer menos abuso de la discrecionalidad en el
sistema procesal y volver más humano y compatible con la
reinserción social este patético sistema penitenciario.
Básicamente, se trata de centrar la lucha contra la inseguridad
atacándola en sus causas y no en sus consecuencias.
- La
propalación mediática del delito tiene mucho que ver con el
clima de inseguridad que nos agobia. Pero aun así, no es bueno
pretender superar ese clima sobreactuando en esos mismos medios
la reacción ante el delito. No representa solución alguna asumir
públicamente y con total complacencia los "mandatos viscerales"
que expresa la opinión pública cuando clama por venganza
sensibilizada ante la desdichada víctima. Ese malestar social
que el delito provoca, tampoco se supera demonizando a quienes
respetan las garantías constitucionales de quienes son sometidos
a juicio.
- Será
imposible resolver el problema si el combate al delito se funda
en una "urgencia política" nacida de encuestas que indagan en el
ánimo de seres saturados de voces e imágenes que les acercan el
crimen hasta el living de su casa. Nunca se ha gobernado bien
preguntando qué hacer a quienes se sienten agobiados. A esos
seres desesperados sólo los calma oír que alguien va a sacarlos
del pozo en el que han quedado sumidos. Pero, más temprano que
tarde, ha de quedar al descubierto la inconsistencia de esos
discursos hechos tan sólo para calmar expectativas.
- Erradicar
el delito va a demandar tanto tiempo como el que demande
alcanzar un desarrollo económico y social más equilibrado.
-
- ¿Y por
casa cómo andamos?
- Villa
Gesell registra unos de los índices de crecimiento de población
más importantes del país. Y esto conlleva una modificación
substancial en su composición social: Se “conurbanizó”. Y
aumentó, por ende la población en zona de riesgo.
Lamentablemente se ha dado además un notable incremento en el
consumo de substancias tóxicas, detectándose en los últimos
tiempos la aparición del “paco”, la peor de las drogas
existentes en el mercado, por su bajo costo y por los efectos
irreversibles que produce entre quienes la consumen. Muchas de
las víctimas de asaltos violentos aseguran que quienes lo
cometieron “estaban re-puestos”. Los establecimientos educativos
fueron siempre un lugar de contención. Se educaba y se
re-educaba. Se marcaban límites. Hoy estos no solo son difusos,
sino que en alguno de ellos, los marcan los alumnos, ejerciendo
violencia física o verbal sobre los docentes y directivos.
- ¿Y la
policía? Está en problemas. Aparentemente poco puede hacer con
pocos efectivos con escasa preparación. La Municipalidad llevó
a cabo importantes inversiones creando la Dirección de
Seguridad, incorporando personal afectado al área, comprando
móviles, cámaras, optimizando la sala de monitoreo, se trabaja
en línea directa con el 911…. Pero… No alcanza. La cantidad de
delitos aumenta año a año, muchos de ellos con violencia sobre
las cosas y las personas.
- La Justicia
tiene sus limitaciones o sus complicidades, y tiene puertas
vaivén. Se abren con facilidad de ambos lados. Aunque parecería
que es más fácil salir que entrar de los lugares de detención.
Claro está que al respecto se ha abierto un interesante debate,
tras
conocerse la suspensión de la aplicación de la Ley 14.434 de
excarcelaciones. Al respecto, el
Bloque de Diputados de Nuevo Encuentro rechazó la aprobación de
la norma a fines de noviembre de 2012, cuando el proyecto de Ley
redactado por el Ejecutivo fue tratado en la Legislatura,
advirtiendo que la norma era violatoria de derechos y garantías
constitucionales.
Marcelo Sain, experto en temas de seguridad y legislador de NE
dijo que: “Esta Ley contiene y expresa la evidente convicción de
Scioli de que los problemas de inseguridad deberían resolverse
con mano dura, aunque eso implique violar derechos
constitucionales”, agregó el legislador sabbatellista que
insistió que esta Ley, hoy suspendida por la Suprema Corte, se
inscribe en el marco de la Reformas al Código Procesal Penal
iniciadas en 1999 que “no provocaron ningún avance en materia de
seguridad y por el contrario generaron un aumento masivo de la
prisionización y del hacinamiento en el sistema carcelario
bonaerense”. Lo cierto es que en el Distrito de Villa Gesell hay
que tomar el toro por las astas y sincerar las políticas sobre
la seguridad.
- La
problemática extendida de la inseguridad ciudadana requiere
poner en marcha políticas que trabajen simultáneamente sobre sus
causas y sobre sus consecuencias.
Hay que enfrentar el delito a través de la perspectiva de la
seguridad comunitaria y del fortalecimiento de una institución
policial democrática, transparente y altamente profesionalizada;
mientras atacamos las causas sociales de la inseguridad con
educación y trabajo decente.
La seguridad se puede resolver desde el progresismo. El punto
fundamental es tener gente que piense como los que están abajo,
que piense en la construcción de una sociedad con igualdad de
oportunidades.
Hay que ser duro con el delito, pero mucho más duro con las
causas que nos llevan al delito, que es la desigualdad.
|