Vamos con el  Chapulín Colorado

SÍGANME LOS BUENOS

Desde pequeños, la mayoría de nosotros aprendió que mentir era malo.  También aprendimos a cumplir las promesas, los acuerdos y contratos, a respetar al otro y a su propiedad. Sin importar cual religión tenían nuestros antecesores, recibimos como norma de conducta universal “No hagas a otro lo que no deseas que te hagan...”. O en forma positiva: “Haz a otros lo que te gustaría que te hicieran “.

Si siguiéramos estas normas mínimas, estos mínimos comunes, viviríamos en la utopía, en el mundo de la cooperación, armonía, crecimiento y bienestar social. O eso suponemos y decimos desear.  La pregunta es entonces: ¿Por qué no lo hacemos?

Es difícil entender  la necesidad del mal, su encarnación en individuos que como Aaron, el personaje malo puro de “Tifus” de Shakespeare, que es capaz de afirmar su voluntad de hacer mal, incluso bajo suplicio justiciero.

“Si una sola buena acción hubiese hecho en mi vida, me arrepentiría de ella con toda mi alma”- dijo. El dramaturgo, sofoca con esa venganza que va encadenando,  los motivos más tenebrosos para el engaño, el pillaje, el crimen y la guerra.

Queda uno asqueado y preguntando: ¿Hasta cuándo?.

No se entiende, no, la necesidad del mal. Está allí, simplemente, una eterna compulsión para doblegar y destruir al otro, apropiarse de sus bienes y afectos, vengarse de agravios anteriores.

Va uno al Concejo Deliberante, transita por las oficinas de la oposición, oye o lee sus medios de expresión y allí aparece el aura de la destrucción. De la boca de la mayoría de ellos, solo salen mentiras, criticas sin fundamento, intentos de destruir al otro, acciones tendientes a impedir cualquier salida lógica y consensuada para temas que deben ser cuestiones de Estado y no solamente límites partidarios o lo que es peor aún, personales. A estas críticas de la oposición al gobierno municipal, se suman ahora la de los muertos vivos. Ex dirigentes que no quieren reconocer que la única manera que tienen que la gente los siga es ponerse a caminar delante de ella.

Seguramente, estas expresiones, apoyadas en sus correspondientes conductas, son fruto de resentimientos y deseos de venganza por algún concreto o presunto  agravio anterior. Esto es simplemente porque no encontraron o perdieron su lugar en el Municipio.

No se entiende, de otra manera, la necesidad que tiene algunos políticos de hacer el mal. El mal es uno de los dos caminos y lo eligen. El bien está allí y no lo hacen.

Los cuestionadores de siempre no construyen nada. Están en lucha permanente. Como el bien y el mal. Por estas playas, se viven permanentemente episodios de esta naturaleza: Los que de cualquier manera quieren ser parte del poder que ya no tienen, no trepidan en hacer mal Villa Gesell operando en forma espuria medios de prensa y redes sociales.

El resultado final, está cantado: El fracaso del mal, en su pulsión destructiva totalitaria, es inevitable, justamente porque siempre hay gente que sale del círculo de la venganza y se dispone a perdonar lo pasado, para no perder el futuro. A construir sobre lo destruido. Y allí estamos la mayoría. Es de esperar que nuevos geselinos se sumen. Que no tomen malos modelos como ejemplo.

Villa Gesell, poblada por buena gente, se merece buena acciones de gobernantes y también, claro está de sus habitantes. Los malos, esta vez están perdiendo por goleada y luego del resultado final, se irán al descenso.

 

LOS BUFONES DEL CEO DE CLARÍN Y KAFKA

El bufón o gracioso se hizo famoso con sus palabras y acciones que convidaban a la risa segura. Sobre todo, ejercían su oficio ante los poderosos, ante las grandes cortes. Su obligación principal era hacerlos reír y asegurar las carcajadas. Su nombre, según algunos historiadores, proviene del bufido que emitían tras soltar alguna de sus gracias. Respecto a su época de actuación, los mismos indican que ejercieron su labor exclusivamente durante la Edad Media. Hay quien apunta a su presencia todavía en la Edad Moderna. Aunque este último dato son sólo especulaciones.

 

La figura del bufón se introdujo entre los señores y reyes propios de la Edad Media. Estuvieron presentes desde el principio hasta el final de este margen de tiempo. Sirva como ejemplo que Atila llevaba uno en sus andanzas.

Los bufones fueron haciéndose con más presencia en las cortes. Cada castillo tenía el suyo. Las situaciones históricas se reciclan, y la estructura del poder  se repite. Hoy, la Gran Corte tiene un Rey plebeyo de origen, hecho fuerte gracias a las armas de la dictadura militar que asoló al País desde 1976 hasta 1982. El ceo  de Clarín, Héctor Magnetto tiene como en el Medioevo, su séquito de bufones, liderado hoy por Jorge Lanata.  

Con menor influencia actúan los bufones de Macri, los de De Narváez y los de Fontevecchia,  cuyos reinos dependen del de Clarín, que tiene ramificaciones en distintos grupos y que mediante el abuso de las repeticiones de las mentiras, engañan a desprevenidos lectores.  Su base territorial es ancha y casi ajena al estado Nacional, que no ha logrado aún, establecer con claridad una política comunicacional importante que contrarreste la potencia de los ridículos bufones.

 

La desnudez de Magnetto

En la basílica de Saint Denis, necrópolis de los monarcas franceses hasta Luis XVIII, se encuentra la expresión más acabada de la teoría de los dos cuerpos del rey. En la parte superior del monumento mortuorio, cada monarca y su pareja aparecen con toda la pompa de su cargo; bajo el dosel, estatuas yacentes les muestran en la decadencia física propia de la vejez, apenas cubiertos sus cuerpos por velos: de ahí la denominación de reyes desnudos. Una dualidad que se mantiene hasta el presente, para subrayar que bajo la personalidad política del portador de la Corona se encuentra su condición humana. Como en este caso, la historia, finalmente, mostrará la miseria humana de la corona de Clarín.

 

Son rumores

Hoy, desde ese grupo empresario y todos los medios dependientes, asociados, dominados, alcahuetes o cómplices, el CEO ha instalado un verdadero reino de la desinformación, mala información y sub información. En base a estos manejos mediáticos, instala en el colectivo ciudadano el rumor que necesitan se extienda y se transforme en verdad subjetiva.

Allport y Postman desarrollaron una teoría que intenta explicar el por qué y el cómo de la génesis y la circulación de los rumores, uno de los fenómenos sociales menos racionales que existen. Para que una determinada información se convierta en un rumor, destacan su importancia y su ambigüedad como características básicas, y explican el papel de las motivaciones y la proyección en la propagación de los mismos. También, describen los procesos de nivelación, acentuación y asimilación de la información que se transmite bajo la forma de rumor.

Todos alguna vez nos hemos topado con algún rumor. Corren en el barrio, en  la ciudad, en los países, en el mundo, en la guerra y en la paz. No reconocen fronteras y son, como la música o la mirada, una suerte de idioma universal en cuya base podríamos encontrar ruidos, según la teoría de la información, lapsus según el psicoanálisis, o hipótesis personales según el New Look.

Con los procesos periodísticos perversos se potencia la teoría del rumor. Se lanzan operativos de prensa, tendenciosos, claro, e instalan un rumor, profesionalmente entre sus lectores, oyentes o televidentes. Pero claro, los bufones útiles, comienzan la propagación y se pone en marcha el mecanismo aceitado para intentar transformar una mentira en un aserto. La información inventada es lo suficientemente importante y ambigua como para cumplir otra de las premisas necesarias para que el rumor se propague.

“La deformación emocional subjetiva en la percepción e interpretación del medio ambiente puede ocurrir sólo en relación directa a los efectos combinados de importancia y ambigüedad”.

En general, los rumores son ociosos, pero existen también los que no lo son. Estos últimos son intencionales, apuntan a un fin determinado y sirven a importancia objetivos emocionales. La exacta naturaleza de estos fines no sabrían explicarla ni el emisor ni el receptor. Ellos sólo saben que el rumor les resulta interesante. Les produce una incertidumbre intelectual y una ansiedad personal.

Se sabe que la circulación de rumores es siempre un problema social y psicológico de gran magnitud, lo es en especial en momentos críticos. Cuando se quiera lograr tensión en el ambiente social, se deberá utilizar la difusión de noticias falsas.

El término rumor evoca en el público un fenómeno misterioso. Un análisis profundo dentro de la sociedad nos dice que el rumor vuela, corre y se difunde hasta esparcirse en todos los ámbitos. El efecto que tiene sobre los hombres se parece al de la hipnosis: seduce y altera a la vez.

Hoy en día nos damos cuenta, con una simple observación, que la gente cree cada vez menos lo que se le dice. No confía definitivamente en la información que recibe por parte de los medios de comunicación, y mucho menos la que le es proporcionan por el resto de las instituciones.

En nuestro país, la prensa (medios gráficos) han tomado como metodología de expresión la no noticia, no información si no la mentira solapada o fundamentalmente el rumor. Y hasta en “sesudas investigaciones”, el rumor o el potencial es su único fundamente. Por lo tanto, el medio, no siempre logra  convencer al receptor; y si lo hacen, es porque con la utilización de la información no verídica, o considerada "falsa" llegan a aquellos que piensan como él y que finalmente quieren escuchar o leer lo que el medio asevera.

Esto lo podemos constatar con cada uno de los casos de informes periodísticos que luego deben ser desmentidos a causa de falsos datos o información errónea o lo que es peor, conscientes de su falsedad, los medios no lo aclaran.

Y lo que es también malo, desde el oficialismo, en todos los niveles, no se ha logrado montar una estructura de prensa a la altura de la que poseen los enemigos del Movimiento Nacional, Popular, Democrático, Transformador y Racional.

Simplemente se va detrás de los rumores y ante la andanada de misiles con los que los grandes medios atacan, se le responde con las escopetitas de corcho con la que algunos jugaban en la niñez.

 

Escenario “Kafkiano”

Franz Kafka comenzó a escribir El Proceso en agosto de 1914, en los prolegómenos de la Gran Guerra. Otro autor bastante preocupado por el absurdo sintetizó, años después, esta obra absurda por antonomasia: En El Proceso es acusado José K. Pero no sabe de qué. Quiere, sin duda, defenderse, pero ignora por qué. Los abogados encuentran difícil su causa. Entre tanto, no deja de amar, de alimentarse o de leer su diario. Luego le juzgan, pero la sala del tribunal está muy oscura y no comprende gran cosa. Supone únicamente que lo condenan, pero apenas se pregunta a qué. A veces duda de ello y también sigue viviendo. Mucho tiempo después, dos señores  bien vestidos y corteses van a buscarle y le invitan a que les siga. Con la mayor cortesía le llevan a un arrabal desesperado, le ponen la cabeza sobre una piedra y lo degüellan. Antes de morir, el condenado dice solamente: “Como un perro”.

El escenario está planteado por los grandes medios y hoy todos somos José K.

Únicamente generando una estrategia adecuada, desde la prensa militante del Movimiento Nacional y Popular se puede modificar el mismo. Hoy no hay mensajeros calificados ni mensajes adecuados. Kafka, Magnetto y los bufones, están ganado por goleada.

 
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