Lo breve sí bueno…

CUENTITOS PARA EL TWITTER

 

Verdad

Todo cabe en un orgasmo sabiéndolo acomodar

 

Islita

Llegamos a nuestro paraíso secreto. El resto del mundo no podría molestarnos, y yo te eché al mar, porque eras mi único problema.

 

Marinada

Sentado en la playa, por la noche, pedía un deseo a  las olas. Así con lo que la marea le traía, construyó su propio reino.

 

Idos

Ella saca a pasear al muñeco, le da de comer, lo acaricia por las noches. Él disfruta desde la celda de aislamiento.

 

Espacio

Abrió la caja de recuerdos y los fue sacando uno a uno. Una vez vacía, se encerró en ella.

 

Fantasma

Lo observa rebotar otra vez contra la pared. “Tiene mí Fe ― piensa la madre ― pero es tan boludo como el padre”.

 

Lenguajes

Nos enamoramos cuando construimos codo a codo la torre de babel.

 

Francotiradora

Ya de pequeña era una niña inquietante, de esas que te fulminan con la mirada.

 

Tiempo

Se fue y con ella todo sentimiento. Hasta que un día me sentí más solo que nunca: el olvido me había arrebatado por completo su imagen.

 

Adiós

Con su exclusivo adiós, no se cabe esperar que vuelva.

 

Sorpresa

Se sacó los lentes para frotarse los ojos y volvió a chequear los resultados. El científico no esperaba encontrar vida.

 

Sapo

Declaró: "La maté porque era bruja y teníamos una cuenta pendiente.”

 

Olores

Desde que no se ven, la foto de ella lo embriaga con el aroma que desprendía su cuerpo cada vez que la desnudaba.

 

Entrenamiento

Eduardo inició su entrenamiento corriendo una manzana, luego dos, tres y así sucesivamente. Ahora corre sandías.

 

Bronca

Las equilibristas chinas se elevan en una compleja columna humana. El celoso amaestrador de pulgas ordena a su troupe,  entonces el ataque.

 

Seminal

El papel no es un buen conductor del amor,  decía la carta y una mancha amarillenta, impuesta ahí con emoción palpitante, servía de firma

 

Transmutación

Dormido en mi vida desperté en la tuya.

 

Suerte

Se aseguró de que su billete de lotería tenía el primer premio y entonces lo rompió. Comprobó que su pobreza no era fruto de la mala suerte.

 

Jodida

Al enésimo intento la zorra trepó a la parra y llegó a  las  uvas, consciente de nuestra expectativa, permaneció altiva y no las comió

 

Conjugación

La maté, me mató, nos matamos. Luego aprendimos a conjugar correctamente los verbos, pero ya era demasiado tarde.

 

Volver

Fuiste mi primer amor. Y el último. En el medio, tuve un romance con vos, pero nada serio. Ahora que nos separamos, volveré para olvidarte.

 

Acabar

Tenía su cuerpo abrazado, recorría sus formas y al límite de sus fuerzas, intentaba prolongar el placer, retrasando el final del cuento.

 

Utopía

Había una vez, hace muchos, pero mucho años un sueño que no terminará nunca: amar.

 

Atrasado

Llegaba tarde a todos lados. Cuando murió se presentó a funeral cuando éste había terminado. Desenterraron el féretro para meterlo a él.

 

Dinero

Si hubiera tenido una pistola me habría pegado un tiro, pero solo tenía un par de botellas de champagne. Y me olvidé por que quería matarme

 

Sinceridad

¡Todo lo que soy —gritó la modelo  mientras agradecía los aplausos— se lo debo a mi vello público!

 

CORTITOS Y AL PIE

Los de siempre, pero empeorando

 

Chat

Me invitó al privado; el calor de sus palabras recorrió mi cuerpo. Las yemas de sus dedos me llevaron con frenesí a la embriaguez del deleite: de mi interior brotó la fuente que me inundó todo y surgieron en mí voluptuosidades insospechadas. Alcanzamos el éxtasis al unísono. Nos despedimos todavía temblorosos de placer. Olvidamos intercambiar nuestros mails. Ahora navego en el ciberespacio sin lograr encontrarla.

 

Teoría

Freud llegó a casa a media mañana, había olvidado las notas para la conferencia. Encontró a su mujer en brazos del novio de su hija. Sus sentimientos respecto a la traición fueron subiendo de tono, después de asombrarse y sentirse consternado, al borde del paroxismo, llegó a la conclusión de que era un genio: su teoría sobre el complejo de Edipo era todo un éxito.

 

Llegada

La isla entre sus piernas pedía ser habitada, con voz ardiente y palpitante, exhalaba deseo de una enorme grieta.
El naufrago toco tierra palpo la abundante vegetación e hipnotizado, descendió por el corte, nueve lunas robaron su sombra. A su regreso un hijo lo esperaba

 

Deseo

El niño dibuja una caracola en la playa; al irse, se despide de su obra, deseando que las olas no la destruyan. La marea sube y el mar encuentra camino por la espiral trazada en la arena, que, como un embudo, se traga el agua  durante la noche.
Al día siguiente, en medio del silencio, el chiquillo mira la vastedad de aquel desierto. Su creación, vórtice imparable, crece cada vez más.

 

Juegos

La sirenita, de largos cabellos que le llegan casi hasta la punta de la cola, juega con las cuentas de sus collares mientras observa al niño. Parado junto al castillo de arena a medio terminar, este le devuelve la mirada con la boca llena de silencio y el corazón sin riendas. De improviso, la sirenita le señala la caracola —en la que minutos antes el pequeño descargara todo el viento de sus pulmones— y le tiende las manos con las palmas hacia el cielo. Él comprende y le cede la caracola. Ella ríe y vuelve al mar. Cuando finalmente la pierde de vista, el chico se tumba sobre la arena y solloza. Entonces una voz, que le descubre a una niña de largos cabellos que le llegan casi hasta los pies, le pregunta si puede ayudarlo a terminar el castillo.

 

Magia

En lugar de paloma, un halcón que casi le saca los ojos; en vez de conejo, una boa constriñéndole el brazo y luego, la planta carnívora por el ramo de flores. Recordó entonces la amarga discusión, la ruptura de la noche anterior y comprendió que, sin amor, su magia se vuelve destructiva

 

Condena

Púdico, sólo fornicaba con la luz apagada y bendiciendo la cama antes de yacer con su dócil y paciente esposa. Apenas terminado el acto, se santiguaba nervioso y después, un par de carraspeos, como si acabase de dar un largo discurso de filosofía en el Aula Magna.
El día que por descuido tuvo su primer e inesperado orgasmo, intuyó que se había convertido en un vulgar pecador. De poco le sirvió intercalar entre los gemidos de éxtasis palabras como “circunspecto” o “someramente”, que si bien le daban un toque académico a tanta lujuria desenfrenada, no evitaron aquel pródigo torrente seminal que le condenaba, definitivamente, a los infiernos.

 

Relatividad

 "¿Qué puede pasar?", pensó. Tenía el arma en sus manos y sin más disparó a las olas. Observó asombrado el remolino que formó el agua al irse por el agujero; cuando quiso escapar ya estaba siendo succionado junto con peces, caracoles, botes, la playa, el horizonte, el sol poniente, la luna, las estrellas...

 

Necesidades

Necesito un caracol de mar, un guardián preciso de mis miedos y debilidades,
necesito un mar propio, lleno de arena y animales, necesito de tu canto, de tus aparentes sirenas cuidándome los cabellos
Necesito un caracol de mar, para escuchar, para saberme lejano de las playas.
para quitarme la maldita sal de tus recuerdos.

 

Vida

Llegaré, estaré sin estar unos instantes, me seré de todas las formas que me he sido, y seré siendo sin ser. Pasaré sin pasar, y sentiré pensando que soy. Y me iré sin haberme ido, dejando que otros piensen sintiendo que están, porque llegaron a ser, como yo, lo que son.
Entre tanto, tal vez, habrá un orgasmo frente a un rostro anónimamente conocido, conocidamente anónimo, uno de esos rostros que tanto valen para un viaje al fin del mundo como para morir atropellados en cualquier calle o paseo de la ciudad.

 

Descubrimiento

Al escudriñar el horizonte, pudo comprender la libertad;
volvió la mirada atrás y al hallar el infinito, le fue revelado el significado del tiempo.
Vio a los lados, encontró sus brazos y manos y descubrió la vida; alzó la mirada y al ver el universo, supo que no estaba solo.
Agachó entonces la cabeza y cuando distinguió sus pies, vislumbró el destino.
Al mirar después hacia adentro, empezó de pronto a existir.

 

Volver

Y allí estaba ella, blanca y misteriosa, esperando ser escrita y leída, la mujer que siempre amé, más radiante que la misma Luna y más bella que cualquier estrella fugaz…la tomé entre mis brazos e hice de su calor parte de mí…la amé…la desnudé con mis tímidas manos y con mis labios dibujé un mapa en su piel, aquel lienzo deseado por el vago pintor. Allí, bajo el dulce rocío de la Luna, la hice mía una vez más entre hojas y ramas fuimos uno en cuerpo y alma…dormía sonriente y al despertar, sólo trataba de encontrar su rostro en mi memoria, aquel lugar del que nunca nadie la podrá sacar y en donde siempre aguardará, entre brumas mi regreso.

 

Midas

Inducido por la lujuria, él le ofrece riquezas e inmortalidad. Ella, tentada por la ambición, accede con una sonrisa que festeja su buena suerte. Al abrazarlo para mostrar su agradecimiento, el alegre gesto se transforma en una mueca de horror que quedará plasmada en su rostro para la eternidad.

 

Recuerdos

Eran mínimos los recuerdos que merodeaban por el músculo de su corazón. Apenas rondaban sus existencias en forma de imágenes fugaces. Pero ella los rescataba con el afán de la misma Ariadna: si en las huellas se encuentra, su existencia sobrevive. Y ahí, en la lucha a ojos cerrados contra la memoria surgían espaldas, brazos, piernas hermosas de los hombres con quien había compartido la desnudez. Lo lograba, estaba existiendo entre sus sábanas con la amplitud de muchas noches, de tantos besos. Esa tarde perezosa, ahí, trabajaban sus manos entre sus carnes, sobre un punto exacto y una cavidad de húmeda cadencia. Pero a recuerdo usado la muerte del mismo. Por eso, antes de terminar, antes… ahí lo dejaba, no terminaba nunca por el miedo de gastar los recuerdos y en ellos la posibilidad.

 

La hora

Lentamente se escurre el tiempo, se escapa de sus manos, ve como segundo a segundo su vida se diluye. Ha vivido los últimos años queriendo detener el paso del tiempo, deseando ser joven de nuevo, sentir el aire en el rostro al viajar en bicicleta, probar de nuevo los labios de la mujer amada como la primera vez. Quiere sentir dolor, como ese que queda después de que pierdes por primera vez al amor, sentir nauseas después de haber comido más de la cuenta. Desea sentir frio, como cada una de esas noches que se quedo esperando que ella regresara. Siguen los minutos acercándolo a la muerte. Mueve lentamente su mano, se acerca a la mía, quiere sentir mi calor antes de partir. En ese momento me doy cuenta que no es él quien muere, siento el calor y sonrío, finalmente ha llegado la hora de dejar de sentir.

 

Cagones

Fueron temerarios, pero no en el presente. 
Comenzaban siempre el rito en el lugar exacto en el que meses atrás, comulgaron con el placer bendito. 
Ahora, repetían matemáticamente cada paso, confiando en revivir aquel momento. Pronunciaban las mismas palabras, rememoraban las caricias, besos, perfumes. La misma cama del mismo cuarto. Hasta el alcohol y las velas eran de igual marca y aroma. Durante el acto carnal se compenetraban con técnica y la maestría que da la práctica incesante que no faltaba, tal era la nostalgia del deleite. 
Los amantes, a pesar de todo este clonado ceremonial, no conseguían alcanzar el éxtasis de la memorable velada en la que su sangre tomó adicción al goce extremo. 
Sus acoples terminaban siempre dejando una intolerable frustración de satisfacciones. La lujuria en el desborde de la excitación brillaba por su ausencia. Al concluir cada ceremonia, se miraban resignados, sin comprender que la jauría de lo imprevisto no había despedazado a la hastiada presa, la rutina, en la que insistían por el cobarde temor a lo desconocido.

 

Libro

Cuando lo divisa en el último estante, se apresura a tomarlo, no sea que alguien le gane de mano. Ya sentada, el provocativo diseño de la portada y la insinuante tipografía del título aceleran su respiración. Cuando desliza la yema de sus dedos sobre las primeras páginas, la mínima rugosidad del papel le provoca gozosas sensaciones que se van deslizando a la entrepierna. Pronto percibe que, al abrir y cerrar rítmicamente el libro, la invade una creciente excitación, que se manifiesta en sonoro jadeo cuando lo aprieta, sin ningún recato, entre sus muslos. Ni siquiera alguna mirada burlona logra distraerla del éxtasis final.
Ahora, relajada, la muchacha brinda una última caricia a la contratapa del volumen y decide marcharse. Regresará mañana, y si logra eludir a la bibliotecaria, podrá dar rienda suelta, una vez más, a su ingobernable librofilia.

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