Presente, pasado y futuro
POEMAS
SIN DUEÑA
Horizonte
Amanecía. Estábamos frente al mar,
el brillo de tus ojos se confundía
con el gris preciso del agua.
Mis ojos, que perdidos miraban
el sol de aquella clara mañana,
contactaron de golpe con tu alma.
Las primeras y hambrientas gaviotas
buscaban rápidamente su alimento,
mientras trataba de sostener mi aliento.
Cuando el viento sopló del norte
pude viajar hacia el horizonte
donde confluyen el mar y el cielo
antes de que crezcan, inmensas, las olas
de tus labios para ahogarme diciendo adiós.
Calladas
Solo estrellas hay en la noche
quietas, calmas... silenciosas.
No existen sombras, solo palabras
y el frío de tu traición que recorre mi espalda.
En la media noche, recién aparece la luna,
roja, grande... menguando.
Las luciérnagas del cielo pierden su brillo,
al igual que mi alma herida.
Frente al mar asoma el sol
anaranjado, redondo... apurado.
Hay sombras que reflejan aquel pasado,
heridas que cierran, pero callan algo.
Amante
Saberte allí
con esta quietud del lenguaje
en los días
en este saber
insignificante y doloroso
del amante
Mariposa
Ha comenzado:
una mariposa muerta
la aurora.
Lugar
Será debajo de la cama, amor
haremos a un lado
lo que sea necesario
tal vez un par de botas
perdidas en el fondo
o quizás algún par de medias o ropa interior.
Será debajo de la cama
y no podremos revolcarnos
nadie estará sobre nadie, amor
porque en un solo movimiento
nos comeremos el aire
en una sola caricia
se apagarán nuestras vidas
Será debajo de la cama, amor
yo rozaré como pueda tus caderas apretadas
me meteré dentro tuyo,
si me enseñas el camino
Pero no debes gritar o hablar
porque nos escucharán
Sólo el latido de tus piernas
bastarán por esta noche
tu boca pegada al polvo
será la enredadera
que inundará mis paredes
y yo, debajo de la cama
me arrastraré dentro tuyo.
Pequeñita
La noche, deseosa y bastante oscura,
te quitó sin pensar las zapatillas...
y —por sentirse blanca y alumbrada—
desnudó blancamente tus rodillas.
Luego —por diversión, sin decir nada—
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.
Después te colocaste travesura:
desnudaste tus pechos por ternura
y —hablando de un amor vago, inconexo—
Porque si y porque no, a medio reproche,
desnudaste también, entre la noche,
la noche pequeñita de tu sexo.
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