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Historias de Germania. LA CARNEADA ERA UNA FIESTA La soja es una intrusa. En los pueblos del interior produjo el éxodo de muchos de sus habitantes que alquilan sus campos, sus chacras y se van a vivir a una ciudad. Junto a la lamentable y progresiva desaparición de la población rural no solo van muriendo las chacras para dar paso a inmensos lotes de soja, sino que también lo hacen sus costumbres. Uno de los acontecimientos de la vida rural, que para nuestro placer muchos hemos conocido, es la carneada. Disminuida en su connotación social, la carneada se niega a desaparecer y aún hoy hay quienes continúan con esta saludable tradición.
Hay algo de inexacto en los recuerdos: una línea difusa que es de sombra, de error favorecido. Y si la vida en algo está cifrada, es en esos recuerdos precisamente desvaídos, quizás remodelados por el tiempo con un arte que implica ficción, pues verdadera no puede ser la vida recordada. Y sin embargo a ese engaño debemos lo que al fin será la vida cierta, y a ese engaño debemos ya lo mismo que a la vida.
La
carneada es, simplificando, la fabricación casera de fiambres, las
facturas como también se los conocía, a partir de los chanchos
(podríamos llamarlos porcinos o cerdos, pero en el ambiente estas
expresiones no caben) que se criaban en las chacras. Chorizos,
salames, pancetas, quesos de chancho, morcillas, jamones, bondiolas,
codeguines, etc. integraban el lote de las exquisiteces caseras que,
tras los terribles chillidos del pobre animal sacrificado, entregaba
la labor familiar de cada invierno. Pero el chancho y los fiambres
no lo eran todo. Las tareas que demandaba una carneada lograban una
comunión, impensada hoy, entre quienes participaban de ellas,
generalmente los miembros de la familia dueña del animal y de los
amigos que se acercaban a ayudar. Recuerdo que un poco me asustaba
el primer paso, al menos las primeras veces. Después la pasión por
lo que venía hacía que la impresión se desvaneciese. Se colgaba el
chancho y se lo mataba clavándole un cuchillo en el corazón. ¡Como
gritaba el animal! Eso era lo que me jorobaba. Los que estaban
formando parte del proceso, ponían debajo un balde, creo que con
sal, para juntar la sangre que se iba a usar para las morcillas y
se revolvía para que no se coagulara. Un arte era también hacer la morcilla que lleva la sangre y cebollas de verdeo Decían los viejos sabios que tienen que tener cueros, si no, no sirven. Una vez embutida, también hay que hervirlas. Y bueno, también se hacían jamones, la bondiola, pero eso era más aburrido. Y por supuesto, durante ese día, el de la carneada, se comía un buen asado se bebía abundantemente, (Los mayores yo como ahora, no bebía ni un vaso de vino)…. Bueno si, en realidad a escondidas lo hacía Y hasta “me empedé” un vez mal.
La
carneada era una fiesta. Espectacular. Casi abandonada… Este sistema se conoce como ganadería intensiva y surgió, dicen los teóricos, como un avance agrícola que desplazó al ganado de los campos, que se alimentaban a pasto y que caminaban... Nosotros comíamos pollo de campo, vacas de campo y tomábamos leche recién ordeñada, al pie de la vaca. Y acá estamos, todavía cantando.
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