Movimientos populares fragmentados y dirigentes incapaces

LA DERECHA ESTÁ AL ACECHO

El movimiento popular tuvo en la década del 70 y principio de la del 80 una derrota histórica, que significó para él, el desmantelamiento de sus vanguardias y el sacrificio de sus cuadros y dirigentes. El fin de las dictaduras ha sido, en buena parte, ese. Y era la única manera, sin los esclarecidos militantes luchando en el campo de las ideas que podían los poderes económicos internacionales y locales, instaurar el neoliberalismo excluyente. Pero en él concurrieron también otros factores, como la incapacidad que manifestaron y siguen manifestando aún las fuerzas populares  —melladas en su capacidad de análisis y elaboración táctica por la destrucción de sus cuadros de izquierda— lo que les impidió ser capaces de identificar al enemigo con claridad para, a partir de ahí, trazarse una línea de acción. Peor todavía la necedad de los mediocres dirigentes ha dividido y dispersado a las fuerzas populares, creando obstáculos para que puedan proyectarse en el plano político con su fuerza real; lo que las lleva a manifestarse como movimiento tan sólo en coyunturas críticas. El radicalismo, naturalmente, debería haber trazado líneas de acción conjuntas con el kirchnerismo, con los que construyen el modelo nacional y popular y nunca jamás con la derecha ortodoxa cercana a las dictaduras asesinadoras. Ideológicamente es impensable pensar al radicalismo en una misma tribuna con Duhalde, Massa o Macri. Pero, la necesidad es realmente hereje y nos muestra una cara fantasmal, vacía de encarnadura.

Los medios del multimedios hacen lo suyo como los ejecutores de las políticas de exclusión, reemplazando en ese objetivo a los militares. Se cambiaron los fusiles y los tanques por tinta, audios e imágenes, pero buscando exactamente lo mismo.

La división y dispersión del campo popular fueron impuestas por los militares, en su afán de suprimir cualquier tipo de oposición organizada.

Mucho de su accionar quedó ligado a sus intereses inmediatos, corporativos, sin llegar a aquel punto en que estos se trastocan en objetivos sociales y políticos de alcance más general. La sustitución de sus viejos dirigentes por los nuevos cuadros forjados en las luchas de resistencia todavía no había culminado cuando debió continuarse en la nueva etapa, con lo que sus distintos sectores perdieron unidad de dirección.

Pero no hay fenómeno en la vida social que no tenga dos signos. Si la experiencia molecular y marcadamente reivindicativa del movimiento popular se constituyó en factor negativo para su unificación, al momento de inicio de la redemocratización, le proporciona, en cambio, las premisas para una estrategia de lucha por el poder y para un proyecto nuevo de sociedad. Pero, aun así, se está abriendo desde el kirchnerismo un nuevo camino al movimiento popular uno propio, independiente, muy lejos de los poderes represivos, obsesivos de la marginación, del conservadurismo, del neoliberalismo, de lo peor de la política internacional y nacional. En la lucha para consolidar su propuesta democrática, el movimiento popular necesita más que nunca de su unificación en el plano social y de la reconstitución de sus direcciones políticas. La reorganización del campo nacional y popular es hoy  un imperativo para que la idea de la transformación social, tal como se ha abierto paso en la conciencia de los dirigentes populares latinoamericanos, se convierta en realidad. En ello, naturalmente, la responsabilidad mayor es del  peronismo, asumido por los dirigentes kirchneristas, el radicalismo y el socialismo.

Debe haber mayor unidad entre todos los actores ya que partidos y organizaciones sociales no son entidades antagónicas; por el contrario son fenómenos referidos a distintos ámbitos de la vida real, a distintas dimensiones e instancias de la participación del individuo en la sociedad. Es necesario asumir su desarrollo interdependiente y armónico que apunta, inversamente, a la recuperación del hombre integral en su diversidad y riqueza y permite aspirar a la construcción de una sociedad que le ofrezca el amplio espacio que él requiere.

Mucha sangre corrió de los militantes del campo nacional y popular para que hoy aquellos que deberían ser aliados se enfrenten por que San Clarín lo ordena o por que esta democracia, tan generosa, permitió que tuvieran poder de decisión verdaderos represores en potencia. Enemigos del pueblo. Opositores en definitiva de sí mismos.

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