Sobre el amor otras cosas no menos importantes
EL VIAJE
Un cuento de Eduardo Minervino
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
Mario Benedetti
Desde hacía muchos años, demasiados tal vez, la vida para Nora
transcurría en medio de una rutina asfixiante. Nada hacía
vislumbrar que aparecería algo o alguien capaz de modificarla. Los
hijos le llevaban mucho tiempo. Los encuentros familiares, las
obligaciones sociales, las exigencias permanentes de su marido, las
complicaciones de su profesión, era todo lo que tenía a su alcance.
Nada más.
Esa tarde de otoño, mientras miraba lloviznar desde su ventana, no
pudo detener el llanto. “Esto es mi vida.... Colores grises, viento,
lluvia.... Es lo único que tengo en mi corazón. Nada más”.
Encendió un cigarrillo y tomó un libro cualquiera de la biblioteca,
actitud que no tenía desde hacía años. Leyó un poema al azar, que la
conmovió.
“Se eclipso mi cuerpo con el tuyo,
en el crepúsculo indomable de un beso.
Rozaron los labios y se anuló la mente,
y los impulsos fueron los dirigentes.
Beso tras beso, guió el alma,
hacia la eterna entrega de sentimientos.
Se calló el habla y grito el silencio,
y reinó entre ambos el desenfreno.
Cabalga un río de tu cuerpo al mío,
que manifiesta tus sensaciones.
Lo que se siente... es puro fuego,
lo que se logra... es puro gozo”.
“¡Cuantas cosas olvidadas! ¡Que maravillosas sensaciones se viven
cuando una se entrega con libertad y plenamente! Se dijo
reprochándose su actual situación.
Esa noche le costó dormir. Cuando lo logró, tuvo un extraño sueño.
Se veía en un bosque iluminado por una luz suave y de un color muy
especial. Mientras caminaba sentía con claridad el ruido que hacían
sus pasos sobre las miles de hojas que el otoño había hecho caer
sobre el suelo irregular. Cada vez que detenía su paso, el canto de
pájaros desconocidos se transformaba en una bella canción que le
daba ánimos para seguir adelante, aún sin saber hacia dónde iba. De
pronto se sobresaltó.
Sintió que a su lado caminaba alguien. Giró su cabeza de izquierda a
derecha y no vio a nadie. Un chistido hizo que levantara la vista
hacia el árbol dorado que estaba frente a ella. Sobre una rama,
sentado y bamboleando sus piernas, vio a una extraña criatura,
vestida con ropas muy raras, que sonreía mientras la miraba.
" Hola Nora - le dijo - ¡Bienvenido al bosque mágico de la villa
mágica!..."
“¿Dónde estoy? "- preguntó aturdida.
" El único bosque mágico que existe es este y la única villa mágica
que existe es Villa Gesell" le respondió enojado su interlocutor-.
Y luego, volviendo a reír agregó " Este es el bosque en el vivimos
todos los duendes y las hadas del mundo en otoño y en invierno". Sin
dejar que Nora se restableciera de la sorpresa, el duendecillo le
dijo " Y nosotros, reunidos en asamblea, decidimos invitar a los
solitarios que merecen dejar de serlo a que vivan aquí sus
fantasías" Nora le preguntó " ¿Y qué debo hacer ?... “Nada
especial.... Simplemente seguir soñando.... En tus sueños está tu
verdad.... Solo en ellos".
De pronto, Nora quedó otra vez sola. Sobre la rama no había nadie.
Mientras seguía caminado cada vez más lentamente, tratando de meter
dentro de él los olores, los sonidos y hasta el viento, oyó la voz
de un hombre hecha canción. No la conocía, era muy alegre.
Al verlo se sorprendió. Era alto, moreno, de ojos muy brillantes y
alegres. Cuando la vio le sonrío y le tendió la mano. "¡Hola Nora! -
le dijo - Yo soy Germán. Te esperaba. Bienvenida al bosque mágico de
la villa mágica". “Hola - contestó tímidamente - Gracias... Yo....
Yo también te esperaba - agregó sorprendiéndose de su osadía -
sabía que te encontraría"...
“Yo soy tu sueño Nora.... Pero también soy algo más..... Los dos
somos algo más.... Estamos el uno dentro de otro. Está escrito que
debemos estar juntos".
Se acercaron mirándose a los ojos. Temblando, sus labios se buscaron
y estallaron en un beso profundo, único, eterno...
El reloj la despertó como todos los días a la misma hora, para que
comience a hacer las mismas cosas de siempre. Esa mañana estuvo de
muy mal humor. “¡Que cosa loca - se decía - Fui feliz en mi sueño y
despierta estoy harta de todo!”. De cualquier manera terminó con
todas sus tareas profesionales y se apuró para volver a su casa.
Tenía una sola obsesión: Soñar. Por eso cenó frugalmente y se acostó
pocos minutos después. Se durmió con una sonrisa. Y su sueño comenzó
casi instantáneamente. En una mañana radiante, se vio caminando por
la playa. Esta vez, decididamente se dirigió hacia la zona norte de
la villa. Sabía que encontraría a Germán pescando. Y lo vio... En
ese mismo momento el giró su cabeza y naturalmente le dijo: " Hola
dulce... Te esperaba...". Nora fue corriendo, mojando sus pies en el
mar... Germán dejó la caña y también yendo hacia ella le tendió
ambos brazos. Se encontraron y el beso fue inevitable. Y siguieron
las caricias, cada vez más audaces y exigentes. “Vamos - le dijo el
- entremos al bosque.... A esta hora en la playa hay mucha gente.
Quiero que estemos solos". Tomados de la mano entraron al bosque
mágico. Nora vio al duende sobre un árbol que le guiñaba un ojo. Sin
dudar, Germán la recostó contra el árbol dorado. Los besos
siguieron, las caricias fueron cada segundo más audaces y ambos
sentían que querían más, mucho más. El intenso deseo que se había
apoderado de ambos, los llevó a quitarse la ropa y allí mismo, de
pie, hicieron el amor por vez primera... Todo el bosque pareció
festejar ese encuentro. Los pájaros cantaron más alegremente, la luz
se transformó en un arco iris y el duendecillo, de la mano de un
hada, pasó delante de ellos saludándolos con una sonrisa pícara.
Ellos, solo atinaron a mirarse. Germán le dijo: " Este es nuestro
lugar.... Aquí nos encontraremos. Aquí viviremos nuestro sueño. Para
siempre". Nora no quería despertarse, pero, irremediablemente, el
día le volvió a pegar en la cara.
Buscó una excusa trivial y no fue a su consultorio. Esa mañana, solo
una idea daba vueltas y vueltas por su mente.... “Y si.... - se
decía - no.... Es una locura.... Es solo un sueño”. De cualquier
manera, las imágenes de Germán y de Villa Gesell estaban
instaladas en su mente. Por fin se decidió y tomó el teléfono. Llamó
a la oficina de informes de la Terminal de ómnibus. Allí se enteró
cuales eran las empresas que viajaban a la villa y sus horarios.
Decididamente, tomó un taxi hacia Retiro.... “Dos días necesito.....
Solamente dos días..... Tengo que buscar la manera....". Finalmente
sacó un pasaje en Plusmar.
Cuando llegó a su casa, nerviosamente, lo guardó en el mismo libro
de poemas que fuera el disparador de su sueño y su actual locura...
Leyó la poesía que estaba en esa página:
“Fui al bosque y pasé la mano por las hojas que vos habías tocado.
Me llevé una impresión al descubrir lo diferentes que eran de las
que no habías tocado.
Había un fulgor,
una especie de combustión en mis dedos al pasarlos
por el borde de aquellas hojas húmedas. "
Lo cerró y lo dejó en el mismo lugar en que lo había encontrado. Esa
noche, muy nerviosa, casi no pudo dormir. En su sueño, breve, Germán
le sonreía sentado en un banco de la Terminal de ómnibus de Villa
Gesell.
A la mañana siguiente, se levantó muy alegre, preparó su bolso y
cantando la misma canción que oyera en el bosque tomó el libro de
poesías y salió de su casa.
A su lado, caminaba un duende.
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