Historias de Germania

LAS CUADRERAS

 

Una de las mayores diversiones que tuvo el hombre de campo y que con el transcurso del tiempo se convirtió en una verdadera pasión, muy popular, en especial por el amor que el hombre de campo tiene por los equinos, son las carreras cuadreras.

La denominación carreras cuadreras viene de la época colonial, en la cual las tierras se las medía por cuadras. En esas tierras se corrían las cuadreras y de allí el origen del nombre.

Cuando se organizaban cuadreras en un pueblo, se concertaban con varios días de anticipación, y eran un verdadero acontecimiento, especialmente porque venían muchos forasteros -además de los lugareños- lo cual significaba mucho movimiento de dinero en las apuestas y especialmente en las cantinas o pulperías. Este evento era una verdadera fiesta criolla -conjuntamente con las corridas de sortija- porque toda la "paisanada" concurría con sus mejores emprendados y caballos.
En estas reuniones hípicas se veían los mejores equinos de la zona y los aperos más caros. En tanto los jinetes se vestían con sus mejores ropas, por lo general muy vistosas. La más antigua y espectacular de las carreras cuadreras era la llamada "carrera de costillas".

Se corría sobre una misma huella y con los caballos recostados uno sobre el otro. Aquí todo estaba permitido, salvo tomar de las riendas del adversario o echar el cuerpo sobre el otro. Se cuenta que el primer reglamento de cuadreras se hizo por 1856 en la provincia de Corrientes.

El mayor auge de las carreras en Buenos Aires tuvo lugar en la época de Juan Manuel de Rosas y posteriormente, se organizaban en canchas de cuadreras con banderilleros. La función del abanderado o banderillero era dar la señal de partida a los corredores cuando este veía parejos y acomodados a los jinetes y corceles listos para partir. Se colocaba a 30 metros de la línea de partida y contaba hasta seis partidas.
Si en la sexta fallaba el comienzo de la carrera, el banderillero bajaba la bandera en la posición que estuvieran los corredores obligándolos a correr. La otra forma de largar era correr a la par de los "parejeros" (caballos que están compitiendo) y cuando estaban alineados darle la orden de comienzo de la carrera.

En Germania, las carreras fueron, también un atractivo para el pueblo. Se hacían espontáneas o programadas con gran antelación, con varias reuniones previas para concertar las carreras, la distancia, arreglar los premios y los kilos de cada monta.

Antes de esta etapa, estaban las cuadreras espontáneas. Se corrían generalmente los domingos y los lugares variaban. Los desafíos se hacían en el momento y se corría. Algunas de estas pruebas se corrían en la cuadra que está frente ala estación de trenes. Allí todavía existen los boliches de gastados mostradores y permanente olor a vino, en el que esperaban los paisanos las largadas y de él salían presurosos cuando una voz avisaba de este acontecimiento. Claro, algunas de las partidas fueron “falsas”. Como la que cantó el “Mono” Galván, conocido amigo del tinto del pueblo, que en un par de ocasiones, estando fuera del boliche, pegó el tradicional grito de “¡ Y ahí se vienen, nomás ¡ y apenas dejaron todos el mostrador, rápidamente se metió en el bebedero y de una sola pasada se tomó todos los vinos que estaban servidos.

Otras veces, las carreras se hacían en una calle que estaba pegada al basurero, en el todos los días descargaba su carrito el “Turco Sosa”, que tenía “privatizado” en el pueblo, el servicio de recolección y disposición final de residuos.

Después vino el tiempo de las cuadreras con programación y con grandes pruebas armadas entre los propietarios de caballos de la zona. Con la disputa de verdaderos clásicos, que eran prácticamente un “pueblo contra pueblo”, ya que en cada una de las poblaciones, había un “campeón” y la gente lo seguía a todas partes. Las pruebas se disputaban entre los doscientos y los 400 metros. Esta última distancia tenía como especialistas a los llamados “cuarto de milla” caballos que eran generalmente cruza de un puro con un criollo. Imbatibles en ese metraje.  En Germania había varios amantes de las cuadreras. El más destacado fue Alberto Eder, que llegó a tener un caballo en Palermo, en sociedad con amigos de Germania y hasta su propia pista en el campo que tenía cerca del pueblo. En Granada esta Osvaldo Menarvino, quien había depositado sus esperanzas en la “Porota” una yegua con prestigio bien ganado. Pero, la “Vieja Musso” de Bayauca fue sin dudas, el personaje de aquellos tiempos en ese ámbito. La recuerdo con un delantal negro, con un gran bolsillo delante, donde guardaba el dinero de las apuestas que hacía a favor de sus animales a grito pelado. Eran los tiempos de las apuestas mutuas, se aceptaba el convite, alguien guardaba la plata y al final de la carrera, el ganador cobraba.  Muchas veces, la “bayauquera”  daba ventaja. Y casi siempre cobraba. Sus hijos y nietos siguieron en la actividad. Uno de ellos, el “Huguito” fue destacado jinete en Palermo y San isidro.

Las cuadreras, otro tema de la niñez que es historia. Grata, como todas las del pueblo. Pero solamente historia.

 

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