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Esta payada muestra
claramente como cambió el ánimo de Germán Delgado. Escrita
una tarde de lluvia, nostálgico, el payador casi lloraba
sobre el teclado
LA PAYADA DE LA SEMANA
Llueve de tarde en la villa
y también por la mañana
y miro por la ventana,
que también llueve de noche.
O sea, que es un derroche
de lluvia en la semana.
La lluvia me vuelve tierno,
Ppopenso para el amor...
con lluvia a mí alrededor...
me siento otra vez poeta...
Soy casi un anacoreta,
admirando a una flor...
Más te lo digo de una,
ya me tenés repodrido,
lo que antes he “escribido”
era solo un ejercicio,
Lluvia sos un estropicio,
me tenés boquifruncido.
Sigue lloviendo en la villa
y me pongo muy tristón,
por eso con emoción,
a la espinela me voy
Así es que escribo hoy
lo que está en el corazón...
Deja que sueñe y que sueñe
que tú sigues a mi lado,
que lo nuestro ha continuado,
para que el sueño se adueñe.
Y todo mi ser se empeñe
en amarte con ardor,
con el profundo candor
del que la ilusión cultiva,
y lleva en su alma cautiva
el recuerdo de un amor.
Un amor que fue mi cielo
y también fue maldición.
Pues fue una dulce aflicción
mezcla de amor y de celo.
Y aún persiste aquel desvelo
en mi corazón sombrío;
donde tu amor, que fue mío,
echó el cerrojo con llave
y alzó vuelo como el ave
que se perdió en el vacío.
¡Y qué solo me quedé!
Solo y triste en desamparo.
Sin tu amor que fue mi faro
de oscuridad sólo sé.
Feliz del ayer que fue
lo contrario de este hastío;
de este terrible vacío
de tu cabeza en mí almohada;
esfumándose en la nada,
como se pierde el rocío.
Cuando en sueños tu figura
a consolarme se asoma.
Mi pecho su pena doma.
Y aunque mi herida no cura;
un perfume que perdura
sosiega mi gran dolor.
El aroma de tu amor,
profundo mi pecho aspira
y el fragante olor respira
del pétalo de una flor.
El rumbo a seguir ignora
el alma cuando hay tristeza,
y un aguijón, que no cesa,
segundo, minuto y hora;
dolor punzante que mora
que desgasta y deja mella;
de angustia la suerte sella
y nos llena de dolor.
Por veredas del amor
caminante son tus huellas.
El tiempo, siempre al acecho,
tras cada esquina escondido
con el puñal del olvido
buscando el amante pecho.
Triste fortuna del hecho
que nos quebranta la paz,
dejando el amor atrás;
roto, dolido y muriendo.
En sombras tan sólo viendo
el camino y nada más.
Con fugaces ilusiones
nuestro corazón se engaña.
El alma estremece y daña
sus más caras pretensiones.
Espejismos las pasiones;
marca son de nuestro sino.
Vagar el fatal destino
de quien amó con locura
y hoy exclama en amargura
caminante no hay camino.
No hay caminos sin abrojos,
sin penas ni sacrificio.
Porque el amar es oficio
que anega siempre los ojos.
Y si míseros despojos
del alma suelen quedar,
de tanto sentir y amar,
de tanto llorar por ella,
atrás no busqué la huella...
Se hace camino al andar.
Nada es eterno, lo sé.
Y es triste que todo acabe
cual naufragio de la nave
de la ilusión, que se fue.
Aún me pregunto por qué
llevo este amargo sabor;
si hace tiempo que tu amor
se alejó de mi camino.
Si así lo quiso el destino
¿por qué sigue mi dolor?
Sigo, sigo recordando
los tiempos que ya se fueron.
Los mismos que estremecieron
mi ser que vive penando;
con la esperanza, aguardando
que llegue pronto el olvido;
a borrar tu amor mentido,
a olvidar la triste historia
y arrancar de mi memoria
lo mucho que te he querido.
Y es que es tan honda la pena
de mi corazón herido
que únicamente el olvido
aliviará esta condena.
Fue tu amor una cadena
de livianos eslabones
cuyas tiernas emociones
apresaron mis sentidos
que claudicaron rendidos
a tus dulces pretensiones.
Ya ves, no hay agrios rencores;
sólo un corazón dolido
en espera que el olvido
mitigue sus sinsabores.
No abrigues vanos temores
que el recuerdo del ayer
tu alma pueda ensombrecer.
No estorbaré tu camino.
Busca, tu mejor destino;
yo buscaré otro querer