El cafecito rápido de Germán Delgado

COMO EL AGUA

 

Una aguda metáfora del filósofo Alejandro Kaufman plantea que los medios de comunicación son como el agua: nos acompañan cotidianamente sin que nos interroguemos por su sentido; se han vuelto parte de nuestra “naturaleza” y bebemos ese líquido sin siquiera ejercer el acto consciente de reflexionar por su salubridad. Nos acompañan al acostarnos y al levantarnos; “educan” a nuestros hijos y movilizan nuestros prejuicios; amamos, odiamos y nos atemorizamos a su ritmo; van definiendo con astucia lo que finalmente terminará siendo lo que ellos mismos denominan “opinión pública”, masa crítica diseñada en el interior de la usina comunicacional y que suele exacerbar lo peor de nosotros mismos. Son como retinas invisibles que introducen en nuestra visión de la realidad un núcleo decisivo a partir del cual esa misma realidad tiende a cobrar determinados sentidos.
Suelen apelar a la idea de objetividad y, cuando les gusta ofrecerse como reaseguro liberal, se definen como “auxiliares de la justicia”, como buscadores de la verdad imparcial. Son algo así como la última reserva moral que le resta a la sociedad una vez que las anteriores (tan bien conocidas por los argentinos en otras épocas oscuras) han perdido toda legitimidad y se expresan apenas como resabios antediluvianos de un tiempo autoritario y conservador. Su lógica empresarial es cuidadosamente invisibilizada, del mismo modo que lo son también sus compromisos políticos y la manera en que persiguen la realización de sus intereses, tanto económicos como ideológicos. Como decía sin medias tintas Nicolás Casullo, “los grandes medios de comunicación son hoy, entre nosotros y en esta sociedad, la derecha real”, aquella que incide sobre el sentido común y va trazando los rasgos de una profunda revolución cultural neoconservadora, aquella que hizo posible la hegemonía de un capitalismo financiero-especulativo cuya depredación dejó exhaustos a los países pobres del mundo, y que hoy estalla en mil pedazos en el centro de las economías poderosas.
Los medios de comunicación concentrados son el último baluarte de esa gramática de la aglomeración de la riqueza y de la especulación financiera; siguen ofreciendo su interpretación mezquina y el ocultamiento de lo mismo que defienden contra viento y marea
 

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