Editorial

GESELINOS O FENICIOS

 

Es bueno caminar por las calles de Villa Gesell durante el verano, despojándonos de nuestra pertenencia al lugar, de nuestros afectos u odios por la dirigencia y por supuesto, sin preconcepto alguno. 

Con los pies en la arena húmeda de la controvertida y judicializada playa, escuchar lo que dicen quienes por unos momentos serán nuestros pares: Los turistas. Sin debatir. Solo escuchar….

También será un buen ejercicio recorrer el bosque, sentarse con la gente en el Anfiteatro de los Encuentros Corales, ir al museo, al Chalet de don Carlos, al Faro… Se protagonista de las cabalgatas de Tante Pupi (sí fueran las de luna llena mejor), tomar té y disfrutar de la repostería  en alguna de las excelentes casas de la zona norte, cenar en restaurantes típicos con historia de los pueblos fundadores de la ciudad… Seguir escuchando lo que dice la gente… Se van a encontrar con admiradores de todos esos  lugares, algunos fanáticos… Todos con un gran nivel de satisfacción.

Pero claro, para hacer eso, para vivir Villa Gesell, obviamente, hay que quererla. Y ese es el punto. ¿Cuántos geselinos estuvieron  en el Faro? ¿Cuántos en los Encuentros Corales? ¿Quiénes han estado en el Museo, en la casa del viejo Gesell? ¿Y en las casas de Té? ¿Algún geselino cabalgó con Tante Pupi? Podría seguir… Casi nadie  lo hizo. Eso significa que no hay pertenencia al lugar. Que la mayoría de los geselinos nativos, que son muy pocos también, o los que han elegido quedarse aquí, toman la ciudad como un lugar donde dormir y hacer negocios. O vivir de quienes los hacen.

Uno de los objetivos que debe tener en cuenta el Gobierno Municipal, es logar sentido de pertenencia. No solo con charlas, cursos o cuestiones por el estilo. Hay que ir más allá. Hay que generar políticas proactivas que generen vínculos sólidos con la ciudad, sus “cosas”, su gente, su historia…

María Elena Walsh, en una de sus magníficas poesías, le canta a “la tierra de uno”, país doliente en esos tiempos:

Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy.
Por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos.
Porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.

Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor,
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

No habrá crecimiento real, sí únicamente es Gesell una ciudad de Fenicios que llegan o esperan el verano para hacer dinero. Sí eso es lo único que se puede esperar, estaremos asistiendo a la lenta agonía de la ciudad y su magia. Villa Gesell será una gran caja registradora. Y estas son iguales en todas partes. Y “la villa” siempre fue diferente. Ahora, la matan los indiferentes.

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